Lo que revela Snowden al mundo, es decir, la enorme red de espionaje desplegada por los Estados Unidos sobre todo el universo, ya era conocido desde hace años como la red Echelon, cuyas gigantescas antenas se encuentran en Nueva Zelanda. uego no es ocioso que se incluya a este país entre los que saben más de nosotros que nosotros mismos. Me refiero también al Reino Unido, Australia, Canadá y, naturalmente, Estados Unidos.

Hay agentes de la CIA desplegados por todo el mundo. El CNI, el depauperado espionaje español, conoce a los que actúan en Canarias. Había agentes de la CIA, el otro día, en as Palmas informando a su central sobre los movimientos del avión de Evo Morales, en el episodio más rocambolesco y bufo que se recuerda en la diplomacia internacional. o sabe el CNI y ha informado a Madrid de todos los movimientos de los "espías habituales".

Canarias siempre ha sido un lugar de actuación de espías. Cuando la primera gran guerra (del 14 al 18 del siglo pasado), los espías británicos afincados en las Islas cumplían con su trabajo, transmitían sus noticias y sus datos y luego se iban de copas, a ver quién cometía la primera indiscreción. Era aquel un espionaje entrañable, como de gallina mensajera.

Nos vigilan, claro que nos vigilan. Y saben todo sobre nosotros; por muy poca importancia estratégica que tengamos. Y hay palabras claves usadas en las comunicaciones entre particulares y entre gobiernos que hacen saltar las alarmas y los sofisticados magnetófonos. No sé cuáles son esas palabras, pero se las pueden imaginar; en todos los idiomas.

a red Echelon, que permanecía olvidada, ha vuelto a salir a la luz. No se escapa nada a su control. Y, desde luego, Europa no se puede quejar de ser vigilada, porque Europa también vigila al resto. No sé si con la misma eficacia, pero al menos lo intenta.

as revelaciones de Snowden, el exasesor de la CIA en busca de país, ratifican este espionaje. Y ha puesto contra las cuerdas a los norteamericanos. Pero, ¿quién les tose? Todo el mundo sabe que nada escapa a las redes de información de las grandes potencias. Es tan viejo como el mundo. Darse golpes de pecho llega tarde. Todos los gobiernos son iguales: quieren saber más, hasta las cosas más íntimas y más nimias de los ciudadanos. Está claro que vivimos peligrosamente.