Hace unos días, el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, hizo unas declaraciones en su famoso blog en las que decía que Canarias va camino de la recuperación "y eso no es por casualidad".

Hace falta tener rostro. El Gobierno de Canarias no ha hecho absolutamente nada, pero nada, para que Canarias se recupere; sus políticas sociales han sido un absoluto desastre; las Islas arrastran un paro que llega al 37%; y el desempleo juvenil alcanza el 75%. ¿Todavía tiene moral Rivero para decir que las Islas van camino de la recuperación?

Yo creo que él piensa que aquí todos somos idiotas y que contando eso en su abominable blog va a ganar credibilidad. El todavía presidente del Ejecutivo confunde los deseos con la realidad. No se da cuenta de que Canarias se está cayendo poco a poco; y cae a un pozo de donde va a ser muy difícil salir. Y, en todo caso, cuando él ya no esté.

Rivero ha demostrado una secular incapacidad para enderezar el rumbo de nuestra economía. Sencillamente, porque no hace absolutamente nada. No tiene ni idea. Desde hace tiempo, su Gobierno no mueve un dedo, fracasa estrepitosamente en las políticas sociales y no hace otra cosa que quejarse de que España nos ha abandonado. Pues si nos ha abandonado, ya sabes lo que tienes que hacer: abandona tú a España. Pero no de palabra, sino de obra.

Rivero es un inútil que no tiene capacidad para gobernar Canarias. Vive políticamente gracias a su autopropaganda que le hace decir memeces como que Canarias se encamina hacia la recuperación. Si eso fuera verdad -que ojalá- desde luego no sería gracias a sus políticas de empleo inexistentes, ni a sus fórmulas magistrales para allanar el camino del futuro. Este es el peor Gobierno de la historia de la autonomía. Y eso de que Europa aplaude las decisiones "económicas y sociales" del Gobierno de Canarias es para echarse a reír. Europa abuchea, no aplaude. Como no podía ser menos con un 37% de paro y un 75% de los jóvenes sin acceso al mercado laboral.

Lo demás, don Paulino, son pamplinas y mentiras. No se puede alimentar con mentiras las nobles esperanzas de un pueblo doliente, que ya no sabe para dónde tirar, ni tampoco se siente representado por un Gobierno de inútiles presidido por un inútil aún mayor.