Las encuentras coronando montañas. En medio de veredas. Incluso son veneradas en plena ciudad. Las cruces salpican el paisaje de La Palma, aunque son los vecinos de Breña Alta, Breña Baja, Mazo y Santa Cruz de La Palma los que más apuestan por el embellecimiento del símbolo cristiano. Les nace. Lo llevan dentro. En los genes.

Otros rincones apuestan por las flores para mostrar toda su fe. Aquí, en la Isla Bonita, la tradición lleva a la utilización de joyas, papel, también flores y telas para poner más "bella" a la cruz.

Detrás hay una labor previa de diseño, de intentar recordar un lugar, sagrado o no, o hacer un guiño a tiempos pasados. Son trabajos en medio de locales que se trasladan a la "calle" en la noche del día 2, cuando los primeros visitantes ya llegan hasta La Pavona para realizar el tradicional recorrido de descenso hasta Breña Baja e incluso, los más atrevidos, hasta Santa Cruz de La Palma, ciudad a la que otros, una multitud, optan por acudir el mismo día 3.

Es cierto que por el camino se han quedado algunas cruces que se dejaron de "iluminar", pero este año se pudo comprobar que sí existe relevo generaciones. Casi al pié de cada cruz ya no solo descansa la gente mayor. Ellos siguen llevando el mayor peso del enrame, pero fue esperanzador certificar en la noche del día 2 que los jóvenes se están acercando al embellecimiento de uno de los símbolos humanos más antiguos.

En esta fiesta se une además la elaboración de tradicionales muñecos de trapo. Es cierto que se pueden ver en diferentes rincones de La Palma, pero el foráneo, también el local, debe subir desde la plaza de La Alameda por la añeja calle del Tanque para comprobar una de las mayores expresiones de mayos que seguramente existe en Canarias. La vía se mantuvo, un año más, cerrada al tráfico, mientras miles de personas la recorrieron durante todo el día 3. Sus creadores apuestan por representar imágenes de la vida cotidiana y, en esta ocasión, denunciar los efectos de la crisis en las familias más necesitadas.