El 3 de Mayo es una fecha marcada en el calendario festivo de muchos pueblos y ciudades de Canarias. Solo en Tenerife, Santa Cruz, Puerto de la Cruz, La Cruz Santa, La Cruz Chica... Lugares donde una vez al año, con un simbolismo religioso en apariencia que esconde la profunda respuesta a la llamada atávica de los ancestros -esa que se pierde en la noche de los tiempos-, los pueblos recuperan al menos por un corto período las tradiciones conservadas gracias a la transmisión de padres a hijos y de abuelos a nietos.

La crisis no puede, y se ha demostrado de nuevo, con la novelería. O tal vez contribuya incluso a que aumente. Un ejemplo son las cruces de Santa Cruz de Tenerife que cada año despiertan la curiosidad de propios y extraños por un arte efímero por los materiales perecederos que utilizan estos artesanos anónimos del pueblo.

Qué decir de otra Santa Cruz, la de La Palma, donde sus símbolos aparecen rodeados por el amparo espiritual de las capillas. Con el añadido, pero sin un ápice de menor trascendencia etnográfica y antropológica, de los "mayos", esos machangos que reproducen la vida que pasó con la actualidad como referente.

Mayo trae como cada primavera las cruces nacidad del pueblo.