EL JURADO ha considerado no culpables de haber recibido regalos de los cabecillas de la trama Gürtel a Francisco Camps, expresidente valenciano, y a Ricardo Costa, exsecretario del PP de Valencia.

Jamás un turbio asunto tan nimio había alcanzado tanta proyección mediática. Se filtró todo lo que se tenía que filtrar para concluir, tres años y medio después, que Camps y costa son inocentes. Nada se ha podido probar, sino contradicciones y más contradicciones. Cohecho impropio, decían los fiscales. Nada de nada, decían las defensas, que triunfaron.

Un país serio no se puede gastar millones de euros en averiguar si a un señor le regalaron o no unos trajes. Es irrelevante. Cuando el país se muere de hambre, y va camino de los seis millones de parados, el PSOE se dedicaba a buscar las cosquillas de unos ternos a un presidente que lo ganaba todo en las urnas.

Derribaron a Camps, pero lo han convertido en un héroe. Con la inocencia oficial en la mano, Camps volverá a la primera línea política. Y volverá a ser presidente, no lo duden.

Y es que el camino no está en los juzgados. Un juzgado es el último recurso. Las "querellas catalanas" y también utilizar a la justicia en provecho de los denunciantes, y más en provecho político, siempre sale mal. Pero no escarmientan. Bastantes problemas tiene la justicia para que, encima, se la entulle con demandas y querellas que no conducen a ninguna parte.

Hasta el controvertido Ruiz-Mateos vuelve a la actualidad con un registro en su casa de Madrid, con policía, perros sabuesos y fotógrafos incluidos. Lo de siempre. Y lo de siempre también: Ruiz-Mateos no ha tenido reparo en decir, en el país de las libertades, que a los jueces se los pasa por los cojones. Maravillosa y edificante frase. Qué país, Dios mío.

Con Camps se vulneró mil veces la presunción de inocencia y se pulverizó el secreto del sumario. Se actuó con saña contra el expresidente de Valencia. Pero el jurado le ha declarado no culpable. Ahora la izquierda ramplona despotricará contra el jurado y los periódicos de la izquierda ramplona se mosquearán con el fallo. En este país hace mucho tiempo que no llueve a gusto de todos.

Esta de Camps ha sido una historia bufa de sastres que chupaban cámara y de socialistas que creían que unos trajes, comprados o regalados, iban a cambiar el signo de la historia. No, lo que cambia el signo de la historia es un mal Gobierno -como el socialista-, una gestión horrible de la crisis -como la socialista- y un país en la ruina -como el que nos dejaron los socialistas-. Unos trajes no; esos trajes son el chocolate del loro. A ver si se enteran.