Pesa 175 kilos y, aunque se ha puesto en manos de numerosos dietistas, nutricionistas y endocrinos, Ramón Carlos Delgado no consigue bajar de peso. Por eso, hace tres años empezó a hacerse todas las pruebas y trámites necesarios para que le practicaran una bypass gástrico, es decir, una reducción de estómago.

"Todos los médicos que me vieron dijeron que mi situación era muy preocupante porque además tengo hipertensión e incluso problemas en la rodilla, pero cuando me diagnosticaron una apnea severa fue cuando me dejaron claro que o me operaba o me moría", relata Ramón, antes de asegurar que no entiende por qué le han suspendido la operación.

Según relata, el especialista digestivo le explicó que su operación era de las que se hacían en horario de tarde para aliviar la lista de espera y que, al haberse eliminado dichas operaciones, ahora entraba en la lista ordinaria, que aún no ha terminado de atender los casos correspondientes a 2010.

"Yo no digo que mi caso sea más grave que los demás, porque eso yo no lo sé, pero sí se que yo tengo un informe de mi neumólogo que informa de que debido a mi apnea estoy en riesgo extremo de muerte súbita. ¿Eso no me convierte en un caso urgente?", se pregunta.

Y es que tanto Ramón como su familia viven con el miedo en el cuerpo desde que hace poco menos de dos meses su mujer, al llegar a casa, se lo encontró inconsciente y sin respiración.

"Si no es porque ella llegó antes que otros días y porque sabe primeros auxilios, no lo cuento", reconoce con congoja Ramón, que explica que tiene que dormir con una mascarilla de oxígeno porque, tras realizarse unas pruebas, detectaron que había momentos en los que a su cerebro solo llega un 25% de oxígeno.

Y es que debido al sobrepeso que tiene, los pulmones de Ramón están muy oprimidos y respira con suma dificultad.

"Desde que baje de peso respiraré mejor y me encontraré mucho mejor, porque ahora estoy siempre fatigado, sin fuerzas", precisamente por eso decidió presentar una reclamación en el Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria para que le aclararan el motivo de la cancelación de su intervención quirúrgica.

"Casi que hubiera preferido no hacerlo, porque cuando vi lo que me respondían me puse aún más triste y me siento peor. Vienen a decirme que lo lamentan si no estoy de acuerdo, pero que los recursos disponibles se priorizan atendiendo a la gravedad del diagnóstico y a la lista de espera, por lo que tengo que esperar a que llegue mi turno, y ya me han dicho que puede ser incluso dentro de un año".

Y es que vivir en la piel de Ramón es algo que muy pocos pueden comprender.

"No puedo hacer prácticamente nada solo. He dejado de conducir porque casi no quepo en el coche. Mi mujer tiene que ayudarme a asearme y a vestirme, y puedo asegurar que no es agradable verse así. ¡Le estoy tan agradecido! Si no fuera por ella no sé qué sería de mí. Es la única que comprende, quizás porque ve todos los días que mi problema va más allá de comer mucho o no. La gente me ve y enseguida piensa que me dedico a comer como un loco, pero eso no es cierto. A mi organismo le sucede algo extraño, porque he engordado cinco kilos llevando a rajatabla una dieta y bajado otros cinco estando de acampada y haciendo chuletas. Creo que tiene mucho que ver con mi estado de ánimo y, desde luego, este hace mucho tiempo que no es bueno, porque cada vez me siento peor".

Pero por si sus preocupaciones fueran pocas, Ramón admite que está continuamente en el punto de mira de todos los cuchicheos.

"Si voy a la playa ni me quito la camiseta ni salgo de debajo de la sombrilla, porque si voy al agua con mi hijo de cuatro años enseguida empiezo a oír comentarios feos y dolorosos que no quiero que él escuche. Lo mismo que si voy al parque, con el añadido de que no puedo correr tras de él, así que no me puedo quedarme a su cargo. A veces pienso que solo por eso merece la pena seguir luchando para que me operen y tengo claro que prefiero morir en el quirófano que de esta manera", sentencia.