El otro día, en una columna de este periódico, se hablaba de la falta de gratitud de esta Isla a la hora de premiar a mucha gente que ha luchado por ella. Podríamos poner docenas de ejemplos, pero en aquel artículo el columnista se refería a Juan Padrón Morales, presidente de la Federación Tinerfeña de Fútbol y vicepresidente de la Española, en una larga etapa en la que España lo ha ganado todo en fútbol. Todo, incluso el Mundial. Juan Padrón no ha sido distinguido aún por su Isla. Y esto es lamentable.

Pero hoy nos vamos a referir aquí a un personaje de gran valía personal y profesional como es el presidente ejecutivo de CajaCanarias, Álvaro Arvelo. El hombre que condujo con maestría la integración de nuestra Caja en una de las organizaciones bancarias más sólidas de este país, Banca Cívica. El proceso se ha realizado con tal generosidad y eficacia que ustedes se asombrarían. Y con una prontitud y brillantez reconocidas por el Banco de España desde el principio.

Aunque algunos de los actuales directivos de Banca Cívica (de aquí y de allá) quieran apropiarse del proceso, la fusión de las cajas impulsoras de la idea se debe sobre todo a dos personas: a Goñi, el responsable de Caja Navarra, y a Álvaro Arvelo, máximo dirigente de CajaCanarias. No olvidemos, porque no sería justo, al resto de los socios.

Álvaro no espera recompensas. Muchos de los que él ha colocado en puestos de primera línea en la nueva entidad nos da que ahora se creen descendientes de la pata del Cid Campeador. Que anden con ojo porque la gratitud es una virtud de personas sensatas. Esperemos que nunca se olviden de quien los puso ahí y de quien tuteló sus trayectorias.

Arvelo se merece la gratitud de esta tierra y un gran homenaje. Las medallas de oro de Canarias han sido instituidas para premiar a los mejores. ¿A qué esperan? ¿A que se jubile? Nosotros hacemos votos para que estas dos personas, Álvaro Arvelo y Juan Padrón, tengan sus recompensas; altas recompensas.

Álvaro Arvelo, además, ha luchado con denuedo por la cultura: por el arte, por la literatura. Su entidad, CajaCanarias, ha sido el paño de lágrimas de los creadores, de los emprendedores, de los jóvenes y viejos empresarios. Siempre encontraron acogida en la Caja y se espera que ahora ocurra igual en Banca Cívica.

Pero, sobre todo, es de esperar una palabra: gratitud. Gratitud de sus colaboradores hacia un hombre de una honestidad probada y de una eficacia en la gestión que no admite cuestión. Reiteramos lo de la gratitud porque sería una lástima que a algunos se les olvidara que son lo que son gracias a Álvaro Arvelo.

Teníamos que decirlo y lo hemos dicho. Pero podemos perfectamente seguir diciéndolo. Y a buen entendedor sobran las palabras.