NO SABEMOS qué hará Aurelio Abréu después del varapalo que los patronos de la Fundación del Cabildo que dirigía Antonio Alarcó y ahora preside el propio Abréu les han dado al vicepresidente socialista y al presidente Melchior. Un respaldo en toda regla a Antonio Alarcó y a su labor, como refirió este periódico en su edición del pasado domingo. Una corrida en pelo.

Está claro que Melchior ha utilizado a Abréu en su venganza contra Alarcó. No debe de ser muy coherente Abréu con lo que dice y hace, pues es público y notorio que le mintió a Alarcó sobre la alianza de ambos, firmada por el PSOE y el PP y establecida de palabra antes de las últimas elecciones. Es notorio que Abréu traicionó a Alarcó y que el senador socialista, hoy vicepresidente, convirtió en fosfatina el documento rubricado por su segundo Balbuena y por el entonces aspirante Alarcó. Y se alió con Melchior.

Algunos dicen que obligado por el PSOE; puede ser; pero, en el fondo, contento. Abréu y Melchior se han llevado siempre muy bien desde los tiempos en que el primero era alcalde de Buenavista. "Si estamos hablando de auditorías", le dijo Alarcó a Abréu, "¿qué te parece si mi partido pide una de tus tiempos en el Ayuntamiento de Buenavista?". A Aurelio -según nos cuentan- no le hizo gracia la idea. Entre otras cosas porque a los que hoy gobiernan en la localidad de la Isla Baja les encantaría esa metida de dedo en el ojo.

Quien ha montado todo este follón es el nervioso Ricardo Melchior, que ha comenzado su campaña electoral al Senado antes de tiempo. En el fondo, sabe que Alarcó le va a ganar; porque ya le ganó con menos expectativas para el PP que ahora. Y pretende desprestigiar a su rival.

El detonante de todo, el testamento político de Tita Díaz, ha desconcentrado a Melchior, le ha roto los esquemas. Porque él creía que lo controlaba todo y resulta que no. Fuera de las nobles paredes del edificio insular hay gente muy mosqueada; y dentro también. Melchior ya no es el todopoderoso señor de las almenas. Hay quien le tose. Hay quien le replica. Y Alarcó es una mosca cojonera, un hombre muy tenaz y, sobre todo, muy honrado. Mucho cuidado con eso.

Algunos dicen que el senador Abréu, vicepresidente del Cabildo de Tenerife por la gracia de los pactos, es un político bipolar. Cada vez que mea, piensa una cosa distinta. Por eso convirtió en agua de borrajas el pacto de su amigo Balbuena. Por eso se alió con Melchior de la noche a la mañana. Por eso le mintió a su compañero en el Senado Antonio Alarcó. En fin, que la guerra, por lo que se ve, no ha terminado. Aunque Melchior estaría mucho mejor calladito. Es un consejo.