EL ESPECTÁCULO era de pena. Estaba el "Queen Elizabeth", buque insignia de la Cunard, atracado en el muelle Sur, el pasado domingo. Y la ciudad, desierta. Sucia y desierta. Lo único que ofrecía Santa Cruz este domingo pasado de Semana Santa eran algunos puestos del rastro. Qué vergüenza. El espectáculo se repite: no hay forma de poner de acuerdo a los comerciantes y a los cruceristas. Acabarán eligiendo otro puerto, un puerto de una urbe que tenga ocio, divertimento, que sea capaz de vivir para ellos. Santa Cruz entona su réquiem y en sus casas hay miles y miles de epitafios: las pintadas, que nunca se borran, de los gamberros que han convertido Santa Cruz en un grafiti horrendo y gigante. Esto es lo que tenemos, esto es lo que nos merecemos. Entre todos la matamos y ella sola se murió.

El aspecto de Santa Cruz el domingo, con el "Queen Elizabeth", nada menos, atracado en su puerto era realmente patético. A esta urbe o se le da un baño profundo o va a sucumbir sin posibilidad de ser recuperada. Es un buen momento para estudiar los programas electorales de los tres candidatos con posibilidades de convertirse en alcalde: José Manuel Bermúdez, Cristina Tavío y Julio Pérez. ¿Qué van a hacer por la ciudad?, ¿dónde están sus compromisos escritos con los electores?, ¿serán las suyas solo palabras o podemos confiar en ellos para regenerar lo que se muere? ¿Le han sobrado cuatro años a Miguel Zerolo como primer edil del Chicharro? El domingo, Santa Cruz era solo el "Queen Elizabeth" atracado al muelle Sur: solitario y absurdo; sin cambulloneros, sin vida alrededor, sin turistas caminando por las calles porque no había nada que ver. Qué pena, qué desidia y qué desgracia que no se hayan podido conciliar el comercio y el puerto, el ocio y el turismo. Santa Cruz tiene el ánimo enterrado, el pesimismo rampante y el drama del tedio metido en la sangre. Se nos muere la capital cada día un poquito más. Por eso hace falta savia municipal nueva que le devuelva la vida. Nos da igual el color de la savia; pero que le hagan a la capital de Canarias la respiración asistida los nuevos ediles que ocupen el salón de plenos.

Y así pasan los meses y los años y nadie es capaz de conciliar posturas para que esta urbe sea más grande y más importante. La capital más bella del Atlántico, como un día la llamaron los más optimistas. Y es que nos van a abandonar hasta los barcos como sigamos así, caminando cada uno por su lado. Y los comerciantes, en vez de ponerse de acuerdo, se pasan la vida presentando querellas contra un director general del Gobierno. Terrible memez la de unos pocos. Terrible memez para una ciudad solitaria.