USTEDES seguramente habrán oído aludir al cuento chino como el paradigma de la mentira. Pues Zapatero ha ido a China a contarle ¡a los chinos! sus cuentos chinos. Es decir, a llevarles la propia medicina histórica del disparate nacional.

Y los chinos, que no tienen un pelo de tontos, han visto cómo el Gobierno español se inventaba, por la cara, que los orientales iban a aportar nada más y nada menos que 9.000 millones para recapitalizar las cajas de ahorros españolas. A los chinos las cajas españolas le importan lo mismo que a nosotros las manifestaciones de los de la ceja circunfleja. O sea, nada.

Luego se da cuenta el Gobierno de España de la metedura de pata y se pone a rectificar lo dicho, dejando en el ambiente una sensación de tremebunda cutrez. Zapatero se ha quedado con esa sonrisa de boca grande que siempre esboza cuando no se entera de lo que pasa alrededor, que es casi siempre. Y se ha venido de China sin el dinero de los chinos; y las cajas con los mismos problemas a la ida que a la vuelta. Un desastre.

Lo peor es que el presidente del Gobierno, el amigo de nuestro Paulino, ha venido diciendo en estos días otra memez de las suyas: que España es (sic) "un poderoso trasatlántico". Menuda jeta.

Con la misma estupidez se equivoca el Ejecutivo de España en sus relaciones con Canarias. ¿Qué fue de aquel plan? Nos imaginamos las risas de los socialistas firmantes del pacto en cuanto Perestelo y Ana Oramas, esos dos genios, se quedaron de espaldas a ellos, tras la pomposa firma. Nada de nada, camarada. Donde dije digo, digo Diego. Ni un duro; o, si acaso, las migajas de un plan que el Gobierno de Zapatero nunca tuvo intención de cumplir. Nos engañó a los canarios como pardillos.

Aquí lo único que nos puede salvar de la crisis es el turismo, que gracias a Dios, y a nuestro propio esfuerzo, nos ha salvado de la quiebra más absoluta. Cuidemos esta industria y cuidemos a nuestros visitantes. Canarias no se puede permitir el lujo de perder un solo turista y para ello es preciso aumentar la calidad alojativa, derogar las leyes absurdas sobre el territorio que impiden la expansión cualitativa de la industria, cuidar a los visitantes y fomentar la entrada de capitales. Solo esto nos dará de comer; lo demás, leche de machanga.

Eso de que España es un poderoso trasatlántico está muy bien como frase rimbombante, pero se trata de otro cuento chino del mayor cuentista que conocemos: un tal Zapatero.