Datos que han filtrado los escindidos del PSOE tinerfeño, enfrascados ahora en formar una nueva opción política, indican que las encuestas socialistas sobre intención de voto en Canarias dan a estos quince escaños, frente a los 26 que tienen ahora. Sabíamos que para el PSOE los comicios de 2011 iban a ser una catástrofe, pero no imaginábamos que hasta ese punto.

Es posible que Paulino Rivero espere este descalabro, que lo tenga claro, y piense que los socialistas, en almoneda, iban a ser un aliado ideal para que Coalición Canaria -que no baja significativamente, sino que se mantiene- continúe gobernando. Quizá esto explique su aparente complicidad con José Miguel Pérez, secretario general del PSC-PSOE en las Islas. Gobernarían juntos, pero con Paulino en la Presidencia.

Sin embargo, el PP está vendiendo una alianza post electoral con los socialistas, que pueden ser en esta ocasión un auténtico agente doble. Sea lo que sea, ¿quién logrará los once escaños que los escindidos dicen que perderán? ¿Todos para el PP? ¿Entrará Román Rodríguez? ¿Subirá Coalición?

Estas elecciones se presentan apasionantes. Existe un partido emergente, el PP; otro que no pierde cuota electoral, Coalición Canaria; y un tercero hundido en la miseria, el PSOE. Zapatero no se ha marchado porque tiene que preparar su huida y la de los suyos; colocarlos. De lo contrario habría puesto ya pies en polvorosa. No existe nada que lo pueda salvar del desastre; ni a él ni a su partido. Nunca, ni en los tiempos de Joaquín Almunia como candidato, había caído el PSOE tan bajo en las encuestas. Incluso el partido corre serio peligro de desestructuración, por primera vez en la democracia. No lo salvan ni las manitas que le echa el rey de vez en cuando. Es que el rey de España no da de comer a los hambrientos, ni empleo a los parados. Son demasiados agravios del PSOE a la población española para que la monarquía pueda arreglarlos. Y mejor que no lo intente, por una elemental prudencia.

Las elecciones municipales, insulares y autonómicas serán el prólogo del desastre total. Zapatero gana tiempo, ya decimos, para preparar la huída de él y de los suyos. Cuando Suárez entregó el poder, en La Moncloa, a Calvo Sotelo, éste se dirigió a la caja fuerte de su nuevo despacho para conocer los secretos de Estado. La caja estaba abierta. Deslizó suavemente la puerta hacia un lado y dentro sólo había una cosa, eso sí, muy importante: la llave. Ni un papel, ni una instrucción; nada.

El PSOE tiene tiempo, no mucho, para vaciar de secretos la caja fuerte. Lo malo es que los suyos son secretos a voces.