EL PASADO viernes, cuando Rubalcaba se asomaba a la televisión para dar cuenta, en directo, de lo tratado en el Consejo de Ministros, los periodistas le preguntaron, sobre todo, por el posible rescate de España por la autoridad monetaria europea. E incidieron en las declaraciones del comisario de la Competencia, el socialista español Joaquín Almunia, en las que expresaba ciertas dudas sobre la situación de este país.

Todo el mundo sabe que la situación de España es crítica y que su economía va a ser intervenida. Sólo los socialistas, que empezaron su nefando ciclo negando la crisis con vehemencia, siguen mintiendo a la población española, negando cualquier posibilidad de intervención de su economía por parte de la Unión Europea.

A quienes rebaten sus ideas los socialistas los llaman antipatriotas. Porque ellos tienen el monopolio del patriotismo y porque todos los que se oponen a sus ideas locas son unos desalmados.

Rubalcaba intentaba desmentir al propio Almunia, diciendo a los periodistas presentes en La Moncloa que el comisario no quiso decir lo que dijo y que la prensa había tergiversado sus palabras. Hay que ver el poder que le han concedido a Rubalcaba que, incluso, se permite corregir las intervenciones de los demás y acomodarlas a los deseos del Gobierno. Genial. Incluso han descubierto nuevas formas de mentir. La más fea de ellas es dar la espalda a la realidad y culpar de todo lo que pasa en el mundo al PP. No se dan cuenta de que están haciendo el más espantoso de los ridículos.

A estas alturas, al Gobierno se le pide que diga la verdad. Aunque sea una sola. Zapatero es un zombie que ya no sabe dónde está ni lo que debe hacer, pero se pega al poder como una lapa con la excusa -interna- de que tiene que llevar a cabo sus reformas sociales, algo que le obsesiona. Y no ha puesto en marcha las medidas económicas que supuestamente tenían que estar ya en vigor porque le repatean a su idea socialistoide trasnochada, reñida a muerte con la economía de libre mercado. Zapatero es un socialista del siglo XIX, incapacitado intelectualmente para gobernar un país.

E incapaz de decir una verdad. Comenzó engañando al país cuando negó con contumacia la crisis y ahora, con la misma contumacia, niega una intervención europea que él sabe que llegará, porque esto no hay quien lo resista. Todo el mundo sabe que España, con él como cartel, no levantará cabeza. Lo saben todos menos él, que no quiere escuchar a nadie. Pobre Zapatero.