PASÓ la huelga general. Bien, ¿y ahora qué? ¿Volverá Zapatero sobre sus pasos, negociará los reglamentos de la reforma laboral con los sindicatos? ¿Se lo permitirá Europa? ¿Volverá a su luna de miel con los sindicatos, que más parecen verticales que organizaciones para la democracia? El lenguaje de los líderes nos recordó al de la revolución bolchevique. Incitaban a la violencia sin cortarse un pelo. Si la Audiencia Nacional procesa y juzga a los de la kale borroka, ¿por qué no hace lo mismo con los piqueteros violentos que coartan la libertad de los trabajadores con sus acciones también violentas? No sabemos quiénes serán peores.

El Gobierno ha prometido a los jefes sindicales que todos hablarán a partir del día después, del día de hoy. Pero, ¿hablarán de más subsidios? ¿Seguirán subvencionando a los parados, en vez de potenciar a las empresas para que creen empleo? Zapatero se ha equivocado de plano, pero no cede; no da un paso atrás; no da su brazo a torcer. Es un iluminado, que no le hace caso a nadie. Tiene una corte de asesores que no le sirve para nada. Se cree en posesión de la verdad. Hay una palabra clave, una palabra griega, que resume el síndrome de grandeza que sufren los gobernantes, los que mandan mucho, los líderes políticos. Se llama hybris. El político y ex ministro británico David Owen ha escrito un libro en el que habla de esta enfermedad. Zapatero la padece y su estado es grave. Muy grave.

No sabemos si habrá un antes y un después de la huelga. Los sindicatos se han cuidado mucho de decir que quieren un cambio en el Gobierno. No lo quieren. Quieren que sigan en el poder sus amigos, los que les dan de comer a sus jefes y a los liberados que en este país son; una legión. Posiblemente lo del miércoles no servirá para nada y cada uno venderá el conflicto como le convenga. Zapatero se lo venderá a Europa; los sindicalistas se lo venderán a Zapatero. Es como un partido de frontón: se trata de devolver la pelota, cuando más ajustada mejor, hasta la extenuación.

Pero en el país queda una sensación de desasosiego. Pasó la huelga, ¿y qué? ¿Qué ocurrirá a partir de ahora? ¿Boicotearán los sindicatos las reformas laborales? ¿Y cómo? ¿Podía soportar este país 45 años de indemnización por año trabajado, algo que se ha desechado desde hace muchos años en los países avanzados? ¿Se podía tolerar por más tiempo una norma franquista que daba vergüenza citar? ¿Seguirán siendo los sindicatos escuelas de vagos, de gente ociosa? Todas estas preguntas habrá que hacerlas a Zapatero y a su mariachi desafinado a partir de hoy mismo.