TAN NEGROS como la propia suerte de los ciudadanos. Tanto la Agencia Tributaria como la Administración Autonómica envían sobres enlutados a los canarios, intentando cobrar las deudas tributarias por todos los medios. Las empresas son abrumadas con comunicados para que declaren lo que ganan sus empleados con deudas con los fiscos y comuniquen estos datos a las administraciones para éstas caerles encima como cernícalos contra las crías de ratones.

La invasión de sobres, cuyo anverso de luto hace temblar, se ve acompañada por una legión de subinspectores de Trabajo, de Hacienda, de Turismo y de Comercio, que extremando su celo mortifican aún más a los empresarios, no dejando títere con cabeza. En España las leyes son tan complicadas y las normas tan enrevesadas que se hace imposible cumplirlas todas, así que uno siempre tiene algo de qué responder ante las administraciones, bien por un extintor mal colocado, o por no haber papel higiénico en el retrete, o por no colocar un precio en la etiqueta, o quizá por no tener dinero para pagar el IGIC. Cualquier cosa vale para que te casquen una multa y te condenen a una mortificación de papeles que arruinaría el ánimo del más optimista.

Y en tiempo de crisis, como los gobiernos, tanto el de aquí como el de allá, necesitan dinero, envían a su ejército de legionarios a cobrar, sencillamente a esquilmar. Es tal la burocracia que genera hacer las cosas bien hechas que casi nadie lo consigue. Son tales los requisitos solicitados por la administración local, insular, autonómica y estatal que se hace del todo imposible cumplir con todas las normas, en tantas ocasiones contradictorias, dictadas para que el ciudadano se vuelva loco.

En lo único que coinciden todas es en el sobre negro, fúnebre, terrible, que el cartero te trae con una sonrisa displicente, como diciendo: "Este ya cayó; a ver quién es el próximo". Si el deudor es un empleado tuyo te amenazan con que te multarán y te castigarán duramente si no aportas sus datos: cuánto gana, cuánto va a ganar en el año (como si tú lo supieras y ese pobre hombre o esa pobre mujer no corrieran el riesgo de salir despedidos a causa de la crisis que los mismos que te reclaman han provocado). Es terrible. Los ciudadanos y los empresarios vivimos sobre los volcanes de la administración. Y como Canarias es tierra volcánica, pues nos martirizan no una, ni dos, ni tres, sino cuatro administraciones. Qué horror.