ZAPATERO está obsesionado con la presidencia europea de enero. El asumir la presidencia de la Unión por seis meses ha sido antes -y lo es ahora- y nos tememos que lo será siempre un acto menor. Desde que Leire Pajín tuvo la volada de calificarlo de "acontecimiento planetario" el cachondeo de la presidencia europea se ha multiplicado por diez ya no sólo en España sino en "Extranjeria", como diría Pepe Monagas.

Es curioso que un individuo intelectualmente tan corto como Rodríguez Zapatero haya podido colarse en la Casa Blanca y recibir -dicen los suyos- el encargo de trasladar a Israel el recado de que los judíos no presionen tanto a Mahmud Abbas, que también se llama Abú Mazen, dependiendo del cariño con que le cite cada cual. Es el presidente de la Autoridad Palestina.

No sé si esto será verdad, pero aunque lo sea creemos que la CIA y las demás agencias yanquis no han informado bien a Obama de la talla intelectual del español, muy cortito como se sabe, y rodeado de unos 600 asesores que le hacen tomar decisiones continuas, inmediatas y tantas veces contradictorias. Zapatero no es un estadista, es una desgracia nacional.

Pero todas las noticias que nos llegan de Madrid, y de gente muy pegada a él, lo definen como un hombre obsesionado con la presidencia de la Unión, que es el único resquicio que le queda para no vagar por los pasillos de Bruselas y Estrasburgo como un alma en pena y que Europa le haga algo de caso. Que le pregunten a Felipe González, a Javier Solana y a Joaquín Almunia lo que piensan de Zetapé. A lo mejor no contestan porque los socialistas parecen una piña, aunque no lo sean, pero en privado lo ponen bonito.

Otra de sus obsesiones es Obama, lo cual parece consustancial con los dos últimos presidentes españoles (Aznar -o Ánsar, como lo llamaba Bush- y ZP): amar apasionadamente a los mandatarios norteamericanos. Bush, muy torpe, era el amor de Aznar; Obama, premio Nobel por la gracia de los suecos, es el amor de Rodríguez Zapatero. La Casa Blanca tiene un tremendo poder de atracción, los mandatarios españoles se creen iguales que los americanos, que se limitan a utilizarlos. Todo se enmarca dentro de una gran estupidez, de una mentecatada mayúscula, de supeditaciones y de glamoures estrambóticos que no conducen a nada. Y así nos va, esperando la renovada foto con Obama y la presidencia -de turno- de la Unión Europea, como si ambas cosas nos fueran a resolver todos los problemas. Váyanse por ahí.

Lo que queda es que ZP vuelva a pasear a sus pequeñas góticas, esta vez por las alfombras de Bruselas, para suicidarnos directamente. Este país no tiene remedio.