El Parlamento de Canarias se enfrenta hoy a uno de esos hechos de especial relevancia política por lo que supone que el vicepresidente del Ejecutivo se someta a una moción en la que se propone su reprobación por parte de la Cámara. Con escasas posibilidades de prosperar, la votación, secreta, tal y como han solicitado los socialistas, permitirá medir el nivel de apoyos con los que cuenta el también líder del Partido Popular de Canarias, José Manuel Soria, en las filas nacionalistas. Evidentemente no va a producirse una desbandada en CC en contra de Soria por la cuenta que les trae, pero sí es posible alguna sorpresa. No hay que olvidar las recientes declaraciones del presidente de este partido en Gran Canaria, Manuel Lobo, en las que aseguró que si él fuese el vicepresidente habría dejado su cargo. Es evidente la rivalidad existente en esa isla entre las menguadas huestes nacionalistas y los conservadores tienen mucho que ver con las opiniones de Lobo, pero la cuestión es si hay o no razones para reprobar al vicepresidente.

El presidente del Gobierno trata por todos los medios de evadir las cuestiones judiciales que afectan a su segundo en el Gabinete. Evita Paulino Rivero hablar del "caso Salmón" y se limita a referirse a la tarea de Soria en su puesto como vicepresidente y como consejero de Economía y Hacienda. Que la economía del Archipiélago, con una tasa de paro que se acerca vertiginosamente al 30%, no anda demasiado bien es un hecho que no se le escapa a nadie. Pero no es Soria el único responsable de la situación de un modelo de desarrollo que no ha sabido diversificarse. Otra cosa es la moralidad -que no la legalidad- de los actos del vicepresidente cuando era máximo responsable del Cabildo de Gran Canaria, donde no supo poner una barrera clara entre sus funciones y sus amistades. Es decir, aunque finalmente no sea ilegal que Soria viajase con un importante empresario cuyos intereses estaban indefectiblemente ligados a los del Cabildo, lo cierto es que cuanto menos es poco estético. Sobre todo cuando el vicepresidente no ha explicado los pormenores de aquel viaje en la sede de la voluntad popular. Por tanto, al menos su actitud sí parece merecer una reprobación.