Los bodegueros canarios han tenido que apretarse el cinturón para no perder el mercado estadounidense después de que la Administración Trump decidiera aplicar unos elevados aranceles -del 25%- a la importación de ciertos productos agroalimentarios procedentes de países de la Unión Europea, entre ellos el vino de las Islas. Han pasado poco más de veinte días desde que entrase en vigor la medida -el 18 de octubre- y en muchos casos ni siquiera han comenzado a notarse sus efectos, pero el temor a que un encarecimiento notable del producto desplace a los caldos canarios de las preferencias de consumo de los norteamericanos ha obligado a recortar márgenes de beneficio para que las barreras impositivas repercutan lo menos posible en el precio final.

Bodegas Monje y Viñátigo, en Tenerife, Frontón de Oro, en Gran Canaria, y Los Bermejos, en Lanzarote, son algunos de los productores que han optado por acordar con sus importadores y distribuidores en EEUU recortes de sus márgenes como una fórmula temporal que permita capear el temporal y mantener su presencia en el mercado USA, que tantos años y esfuerzo les ha costado conquistar. El adjetivo temporal es clave, pues casi todos coinciden en que difícilmente pueden aguantar más de unos meses con una merma considerable de sus beneficios. Predomina, en este sentido, un cierto optimismo: todos confían en que la aplicación de los aranceles -que son "una salvajada", en palabras de Juan Jesús Méndez, de Viñátigo- sea también transitoria y pueda ser levantada el próximo año.

Importador de Nueva York

Bodegas Monje vende en 30 estados norteamericanos a través de un importador de Nueva York. Con él han pactado asumir todo el impacto que supone el impuesto con el que Donald Trump -avalado por la Organización Mundial de Comercio (OMC)- se cobra su venganza por las ayudas ilegales que cuatro países europeos -España, Francia, Alemania y Reino Unido- concedieron a Airbus. Los bodegueros -ocho, integrados en un grupo- disminuyen sus ingresos en un 10% y el socio estadounidense lo hace en un 15%, de manera que el precio final del producto no varía. "Se entiende que es una situación temporal. Si se prolongara más tiempo, evidentemente habría que subir precios", advierte Felipe Monje.

El director de Bodegas Monje aporta más razones para la esperanza. "Nuestro nicho de mercado en EEUU son vinos exóticos, diferentes, únicos, de suelo volcánico y bastante competitivos en el precio, por debajo de los americanos. Aun aplicando el 25% del arancel estaremos dentro de nuestra tipología y no sería tan drástico", argumenta. Eso sí, pese a ese factor diferencial no conviene confiarse. El mercado americano "sube y baja continuamente, no es nada fiel", y eso obliga a constantes acciones de promoción y contacto con los clientes.

Bodegas Los Bermejos comercializa un 10% de su producción en Estados Unidos. La decisión de bajar márgenes mediante acuerdo con el importador tiene -recalca su gerente, Ana de León- carácter provisional. "No podemos soportarlo mucho tiempo, ni nosotros ni el importador. Nos estamos quedando prácticamente sin beneficios", afirma.

Según la gestora de la bodega lanzaroteña, no es solo la rentabilidad del negocio lo que está en juego. La presencia de los caldos canarios en EEUU supone un elemento de promoción turística. "Abrir una carta de cualquier restaurante y encontrar vinos de Lanzarote es un beneficio indirecto para la isla. Poco a poco, estamos posicionando Canarias en Estados Unidos como un destino diferente, no solo de sol y playa sino también de gastronomía", explica De León, que relata que han recibido correos procedentes de ese país en los que norteamericanos manifiestan su interés en visitar Lanzarote porque han probado el vino y han visto fotos de los cultivos "y les parece increíble". Ese valor promocional, a su juicio, merece alguna medida de apoyo por parte de las administraciones que por ahora no se ha producido.

Frontón de Oro

"Hay que ver cómo está evolucionando todo, si la economía americana es lo suficientemente fuerte. A fin de cuentas son impuestos que gravan al país, se cobran al importador al levantar los vinos en EEUU", apunta, por su parte, Pedro Ramírez, de Frontón de Oro. El bodeguero grancanario se muestra prudente. Como todos, ha recurrido a "modificar precios" para amortiguar el impacto de los aranceles. "Esperamos que la sangre no llegue al río. El que es consumidor de un producto va a seguir siéndolo, de la misma manera en que si Europa decidiera pagar a Trump con la misma moneda y pone aranceles a los productos americanos, el que consume Apple no dejará de hacerlo", reflexiona Ramírez.

Juan Jesús Méndez, de Viñátigo, pone un plazo a la reducción de beneficios que su bodega ha acometido para afrontar la nueva situación: seis meses. "Si no hay una solución pasado ese tiempo, nos sentaremos a negociar qué podemos hacer". En su caso, productor e importador comparten a medias el 20% del arancel, mientras que el 5% restante repercute en el precio final. Es, admite, una medida dura, que llega en "unos años complicados" -con un descenso del 40% en la cosecha-, pero la alternativa es "perder la posición de mercado, que ha costado mucho conseguir". La firma tinerfeña cree necesario "algún tipo de ayuda complementaria a la exportación, al menos de forma transitoria, para intentar mitigar este sobrecoste", pero por el momento solo hay "declaraciones de intenciones" y "nada firme ni materializado".