La Ley Sálica

La Ley Sálica

La Ley Sálica / ED

Lara de Armas Moreno

Lara de Armas Moreno

La Ley Sálica es generalmente conocida por regular los principios sucesorios de la monarquía francesa durante siglos, pero ¿cuál es su origen?

Se creó durante la Edad Media y tomó su nombre de los francos salios. En esencia, excluía a las mujeres de la herencia al trono. Gracias a ella, los primogénitos varones eran los primeros en la línea sucesoria y, si no había heredero directo varón, el poder pasaba al pariente más cercano.

Existen diversas teorías acerca de su origen. En el siglo XIX, el historiador medievalista Georg Waitz afirmó que la ley surgió en el siglo V de la mano del rey franco Clodion. Mientras, el historiador francés Jean-Pierre Poly estableció que la ley data del siglo IV y que fue concebida por oficiales francos al servicio de Roma. Sin embargo, la mayor parte de los historiadores parecen estar de acuerdo en que fue Clodoveo quien propuso la ley, pero ninguna de las teorías aporta pruebas concluyentes sobre su origen. Lo que sí sabemos es que la ley no solo trataba el tema sucesorio. También regulaba homicidios, robos, herencias…

Si bien es cierto que la ley no especifica que las mujeres no puedan tener ningún poder, sí que hace hincapié en que estas no pueden heredar ni la tierra ni la corona para su propio poder. El artículo LXII determina lo siguiente:

—Si un hombre muere sin dejar hijos, que su padre o madre le sucedan.

—Si no tiene ni padre ni madre, que sus hermanos o hermanas hereden.

—A falta de ellos, que sean las hermanas de su padre.

—A falta de ellas, las hermanas de su madre.

—Y a falta de estas últimas, los parientes paternos más cercanos.

—Pero que ninguna porción de la tierra sálica pase en herencia a las mujeres; y que toda la herencia de la tierra pertenezca a los varones

Por ello, observamos una ley que se centra, más bien, en el patrimonio del territorio y no tanto en la herencia de la corona. De hecho, los francos tenían por costumbre dividir el reino a la muerte del rey para repartirlo entre los herederos a partes iguales.

Durante el siglo XIV se evidenció una ausencia de normas relativas a la sucesión real. Luis X (1289-1316) tenía solo dos hijos, Juana y Juan. Este último falleció a los pocos días de ser coronado y, por primera vez en siglos, la única posible heredera fue una mujer. El hermano de Luis X no tardó en actuar y enunció la Ley de los Varones (la Loi des Mâles) que establecía la herencia en los varones primogénitos. En el caso de que no existiera tal, sería el pariente varón más cercano del rey fallecido quien asumiría la corona y, gracias a esta ley, consiguió ascender al trono como Felipe V (1293-1322).

Debemos recordar que durante la Edad Media los derechos de las mujeres los limitaba fundamentalmente la Iglesia, que les adjudicaba la culpa del Pecado Original, y el Estado, que las consideraba débiles e inferiores. Es cierto, las mujeres podían ejercer autoridad limitada en ciertos territorios, pero nunca podían ser herederas directas del poder regio.

Más tarde, la Ley Sálica fue recuperada durante la Guerra de los Cien Años cuando Felipe IV, sin descendencia, quiso evitar que el trono pasara a la reina de Inglaterra. Desde ese momento la Ley Sálica se configuró como norma para prohibir a las mujeres reinar y transmitir derechos sucesorios a sus descendientes varones.

En España no existió una Ley Sálica como tal. El rey Felipe V quiso imponerla, pero las Cortes se resistieron y en 1713 se instauró una ley similar conocida como Ley de Agnación Rigorosa o de Sucesión Fundamental que estipulaba que las mujeres podían acceder al trono si no existían varones en la línea sucesoria principal o lateral. Más tarde, en 1830, Fernando VII quiso asegurar el acceso al trono de su hija, ya que la sucesión se estaba viendo amenazada por el hermano del Rey, el infante Don Carlos. Por ello, se promulgó la Pragmática Sanción Real por la que se derogaba la ley anterior y se volvía a las leyes de sucesión establecidas por Alfonso X el Sabio y por las cuales la reina Isabel II pudo gobernar, aunque esto no evitó el desencadenamiento de las Guerras Carlistas.

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