El grancanario Roberto Hernández Bautista, de 63 años, es licenciado en Geografía e Historia y profesor en Puerto del Rosario.

¿Qué edades tienen sus alumnos?

En este curso entre 12 y 16 años.

¿Y cómo ha sido la vuelta al cole este año con la sombra del COVID?

Novedosa. Con cambios en la organización de los centros, con disminución de ratios, distintos turnos de mañana y tarde y nuevos protocolos de seguridad.

¿Fue sencillo adaptarse al fin de curso del año pasado?

La sorpresa inicial del confinamiento se solventó adecuadamente con la enseñanza online. El virus facilitó el reciclaje informático del profesorado y se pudo salvar el curso de forma honrosa, aunque lamentablemente no se nos permitió impartir nuevos contenidos debido a los problemas derivados de la brecha digital.

¿Se ha encontrado con alumnos asustados con esta situación?

Muy pocos. Solo algunos no quisieron acudir a las aulas en un primer momento, pero con el paso de los días se aceptó la nueva situación escolar y los absentistas se reintegraron a clase.

¿Y profesores?

Muchos, especialmente los vulnerables ante el Covid. La Consejería de Educación ha valorado la vulnerabilidad de cientos de ellos y lo único que ha dictaminado es que deben incorporarse a sus puestos de trabajo, eso sí debiendo ponerse la mascarilla. Con ello, gran parte del profesorado se expone diariamente a un posible contagio. Y mientras la administración se blinda con medidas protectoras como mamparas de aislamiento o se aisla a funcionarios del contacto con el público, a los profesores se les expone diariamente a la posibilidad de contagio que como sabemos podría ser mortal.

¿En el caso de las familias con pocos recursos cómo se enfrentaron a las clases?

A los alumnos con pocos recursos se les facilita siempre, si lo precisan, material de protección como mascarillas y geles.

¿Han salido las cosas mejor de lo que pensaban?

Los grupos burbujas han sido un éxito, con una incidencia bajísima de casos en las escuelas. Los grupos burbujas solo se articularon en Primaria. En Secundaria, la situación es diferente y muy problemática puesto que la masificación de los centros impide el mantener las distancias apropiadas en las aulas y no digamos lo que sucede a las entradas y salidas de los alumnos o en los recreos. Es prácticamente imposible mantenerlos separados y además como medida extraordinaria se les obliga a desayunar en las aulas con lo que la posibilidad de contagio entre ellos es aún mayor. En el mes de octubre se nos dijo que en Canarias habían 31 docentes contagiados y 173 alumnos con 47 aulas confinadas. Y el 18 de diciembre la prensa informa de que hay 33 docentes y 262 alumnos positivos con 39 grupos en cuarentena. Pero no son datos reales. En mi centro en los últimos días ha habido dos casos positivos y lo único que se ha hecho es aislar a los afectados y hacerle la PCR a cuatro de sus compañeros. Y nada más. En Fuerteventura no se ponen a grupos en cuarentena. La escuela es un foco de contagio especialmente importante que repercute en las familias y en todo el tejido social.

¿Se imaginó verse en una situación como esta?

Esto era impensable hasta hace poco tiempo. En las clases comentábamos con sorpresa el problema de la contaminación en China o la India que obligaba a llevar mascarillas casi permanentemente. Ni por asomo valorábamos la posibilidad de que algo parecido nos ocurriera a nosotros.

¿Cree que hemos aprendido algo de todo esto?

En el futuro supongo que las condiciones de higiene cotidiana se mantendrán permanentemente y desde luego valoraremos mucho más las relaciones humanas y especialmente todo lo que nos ha faltado con los confinamientos.

¿Cómo se ha padecido esta crisis en Fuerteventura?

Aunque la incidencia médica ha sido baja en la isla, las consecuencias económicas han sido devastadoras, sumiendo en la pobreza y en la miseria a amplios grupos humanos imposibilitados de trabajar.