Los regimientos fijos de ultramar, considerados como tropa veterana en contraposición a los de milicias, tenían su composición establecida según la Ordenanza de 1768 en dos batallones de nueve compañías cada uno, de la que uno era de granaderos y las otras ocho eran de fusileros. Por tal motivo el Regimiento de Ynfantería fijo de la Havana y de Cuba, desplegaban Banderines de enganche para la recluta por diversas provincias del Reino de España.

El vestuario Regimiento constaba de casacas de paño azul, chupas de paño amarillo, calzones de paño azul, botonadura dorada, además de gorros de cuartel, de plumas, medias, corbatones, y prendas para sujeción del armamento, entre otros. Un uniforme de elevado coste poniendo de ejemplo los 203 reales de vellón que podía ascender la casaca de los tambores o simplemente la calidad del material como los gorros granaderos de los sargentos bordados con hilo de estambre.

Si nos adentramos en sus inicios nos lleva al reformismo borbónico donde se modificarían las relaciones entre los territorios peninsulares y las colonias americanas. Los Borbones heredaron de los Austrias un sistema defensivo en decadencia, a pesar de haber conseguido hacer frente a los ataques de otras potencias. Bajo el reinado de Felipe II este sistema de defensa se basaba en: fortificaciones de fortalezas, plazas y unidades navales, unidades navales y fuerzas militares constituidas por grupos armados que prestaban servicio en fortalezas y milicias.

Felipe V emprendió una reforma general del ejército reorganizando las guarniciones permanentes transformándolas en compañías fijas, batallones y regimientos. Se establecen, de esta manera, el Regimiento Fijo de la Habana en 1719. Los Batallones Fijos de Santo Domingo y Panamá en 1738 y el Regimiento Fijo de Venezuela en 1754.

Carlos III, después del Tratado de París en 1763, llevará a cabo una política de reforma en el sistema defensivo de América. Una de las primeras medidas que se tomaron de orden político fue la creación de una junta formada por los ministros de Estado, Hacienda e Indias, cuya función consistía en la reestructuración de dichas defensas.

Tras la recuperación de La Habana se envía a Alejandro Q’Reilly con el objetivo de restablecer las fortificaciones y la reorganización de las fuerzas regulares y de las milicias. Lo más sobresaliente de la reestructuración de estas fuerzas militares lo constituirá la reforma de las milicias que formarán el grueso de los cuerpos del ejército de América.

En 1775 se permitiría el establecimiento de una bandera de recluta en las Islas Canarias con el objetivo de proporcionar sujetos a las fuerzas del Regimiento de Infantería de La Habana, estando ésta a cargo de un oficial subalterno y dos sargentos.

Las autoridades canarias pasados varios años argumentan una decadencia de la población del archipiélago debido a la salida de isleños para América, que provocan dificultades para enganchar gentes para las milicias y para completar las tres compañías de infantería y una de artillería a sueldo. Estas deficiencias planteaban daños para la defensa de las islas, tan codiciadas por las potencias extranjeras.

También llegan a plantearse aspectos socioeconómicos como eran el abandono de las casas y familias de los que sentaban plaza en la bandera y por consiguiente los perjuicios que se le causaban a la agricultura ante la falta de mano de obra.

Entre los inconvenientes de las autoridades civiles canarias estaba la negativa de que se pudieran admitir milicianos en dicho alistamiento, basándose en que no se podía aplicar de forma rígida lo establecido en las Ordenanza de Milicias de España utilizando como portavoz al “Marqués de Tabalosos” título nobiliario español creado el 5 de marzo de 1775 por el rey Carlos III a favor de Eugenio Fernández de Alvarado y Perales, Teniente General de los Reales Ejércitos, Mariscal de Campo, Comandante General de las Islas Canarias.

“Que ningun miliciano pueda pasar a la tropa veterana por menos tiempo de siete años en la ynfallteria, y ocho en la cavalleria. y cumplidos sin intenllision en el cuerpo a que fuere destinado le valdran por los diez que devia servir en milicias”.

En la Real Orden de 8 de agosto de 1781 se recoge la suspensión de la bandera de recluta mientras dure la guerra con Inglaterra, advirtiéndose de antemano que en los momentos de paz se reiniciaría con la función de cubrir las bajas de los regimientos de La Habana.

Ante la escasez de hombres al término de la guerra en los ejércitos de América se establecerá en la Península y Canarias diferentes banderas de recluta para cubrir las necesidades de los cuerpos de Buenos Aires así como puntos de enganches en: la Coruña, Luisiana Panzacola y San Agustín de Florida con bandera en Pamplona, Cuba intentando reclutar en Cádiz y Canarias, y de Venezuela que procurará cubrir sus bajas también en Canarias y Sevilla.

Por todo lo anterior el subteniente Francisco Varela se traslada con dos sargentos y 12 soldados desde Cádiz en el paquebote San Juan Bautista, quien arribará a las islas el 27 de junio de 1784, según noticias del Marqués de Branciforte, con el objetivo de reclutar cuatrocientas personas para el Regimiento Fijo de La Habana, poniéndose fin a la suspensión decretada en 1781.

El Marqués de Branciforte mostrará, al igual que se había hecho en períodos anteriores, mostrar su preocupación por el perjuicio que le suponía a las islas la continua salida de población agraria hacia América con el objetivo de servir en los ejércitos, sobre todo cuando se estaba realizando en ese momento otra recluta para el Regimiento Fijo de La Habana.

Ante la preocupación manifestada por las autoridades canarias se resuelve la permanencia de la recluta para el regimiento de Caracas y la retirada de la bandera de La Habana, al entender que con la bandera que este último tenía en Cádiz se aportarían suficientes hombres para cubrir las bajas de dicho cuerpo.

El 24 de agosto de 1785 se presentará ante el Comandante General el subteniente Pedro de la Rosa con siete hombres conducidos desde Cádiz por la fragata «La Colón», para presentar el parte donde se le autoriza el establecimiento en cualquier isla y se ordena se le presten todos los auxilios necesarios. Entre las causas para elegir Tenerife se encontraba la crisis económica que había alentado la salida de un importante número de personas para poblar y defender Luisiana y que seguramente aportaría un alto porcentaje de reclutas para el Regimiento Fijo de La Habana. Sin embargo, hasta el mes de octubre de 1785 únicamente se habían conseguido enganchar a 17 personas, hecho que obliga a Pedro de la Rosa a solicitar que ante las dificultades para alistar gente debido en parte a la limitación del pasaporte a una isla, se le permita ampliar la comisión de recluta a otras islas como lo hacia la bandera de La Habana, eligiendo Gran Canaria y la Gomera, de donde se podía enganchar a gente sin vinculación a la labranza.

Ante la falta de noticias volverá a mostrar su preocupación por los escasos resultados obtenidos, alegando que en Tenerife la recluta se ve dificultada por la dedicación de sus habitantes a la reconstrucción de la ciudad de Santa Cruz tras el horroroso incendio sufrido el 28 de septiembre de 1784. También como inconvenientes se suman las numerosas personas que se habían unido al proyecto de la pesca de la ballena, el alto número de marineros que se habían embarcado para América y las numerosas personas que trabajaban en las obras reales.

Muchos fueron los avatares de las reclutas, principalmente por un lado por las demandas de soldados en ultramar y por el otro las negativas de las provincias a desprenderse de mano de obra joven.

Pasados algunos años llega a finales de enero de 1791 a Tenerife en una fragata de guerra y recibido con los honores de ordenanza que le corresponden, el nuevo Comandante General de Canarias, D. Antonio Gutiérrez de Otero, que a los meses de tomar el mando de las islas, amparándose en la real orden de 8 de agosto de 1781 que suspendía la recluta en tiempo de guerra, emitió el 30 de abril del mismo año una disposición por la que suspendía las reclutas de La Habana en Tenerife y la de Santiago en Gran Canaria debido a la situación bélica reinante por la declaración de guerra a Francia.

José Antonio Herrezuelo, Capitán del Regimiento fijo de Infantería de La Habana y Comandante de la bandera de reclutas del mismo Regimiento que está establecido en Santa Cruz de Tenerife, se quejaba a la Comandancia del alto costo de permanecer y mantener al personal para el enganche y de algunos reclutas sin tener opción a incorporarse a Cuba, hasta que finalmente se accede a embarcar hacia la Habana.

El Capitán General de Cuba y el jefe del Regimiento habanero, Luis de las Casas y Domingo Cabello respectivamente, logran convencer al monarca español , a lo que se transmite una nueva orden regia fechada el 26 de junio de 1794, la cual obliga al General Gutiérrez a continuar con la misma.

En diciembre de 1796 los nuevos encargados de las reclutas de La Habana y Santiago, Pedro de Castilla y Vicente Siera, a su llegada a Tenerife le dirigieron un escrito al subinspector general de Cuba donde le participan que habían llegado a la isla. Se siguieron enviando a las islas de ultramar jóvenes canarios cuando era posible, ya que hubieron muchas bajas debido a la guerra declarada a Inglaterra.

Llegado los días críticos de julio por el ataque de la Armada Británica a Santa Cruz de Tenerife comandada por el contralmirante Horatio Nelson, el Comandante General de la Islas Canarias, el General Gutiérrez, contaba son unos 60 hombres más, y sus dos oficiales para integrarlos en distintos frentes del plan de defensa que tenía planeado. Contó con una partida para cubrir con vivo fuego los desembarcos de lanchas enemigas por el Barranquillo de Aceite. Reforzaron con treinta hombres del Regimiento de Cuba el camino a La Laguna junto al Batallón de Infantería de Canarias, que además llegando hasta ella reunieron de la ciudad del Adelantado varias docenas de Rozadores para así defender el primer desembarco por Valle Seco.

El teniente Siera es uno de los militares más destacados en la Gesta del 25 de Julio de 1797. Poco se sabe históricamente de este insigne valenciano nacido en 1751. Su primer contacto con la milicia fue a sus 20 años para servir como soldado en el Regimiento de Guadalajara. Participó en las conocidas acciones bélicas del desembarco de Argel y el bloqueo de Gibraltar, pasando a Cuba con su regimiento en 1780. Once años después fue destinado a Tenerife, donde ascendió al rango de teniente efectivo. Su papel en el episodio fue de gran relevancia y S.M. le concedió a propuesta de Gutiérrez 2.500 reales anuales sobre la encomienda del Esparragal en la orden militar de Alcántara. Con el paso de los años fue designado comandante y ayudante mayor de las compañías de milicias de La Gomera, así como gobernador militar de dicha isla, falleciendo en la capital colombina, ya como caballero de Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, en septiembre de 1824.

Bien merecido tendría un lugar de honor en el actual Santa Cruz de Tenerife, aquellos valientes soldados que buscando un mejor futuro en la España de ultramar, supieron defender con gloria y honor su tierra tinerfeña.

Ventura Yagüe

Secretario MHMCAN.

Medalla e insignia oro de la AHC Gesta 25 julio 1797.

Autor de ‘Trascripción de Bienes del General Gutiérrez a su fallecimiento’.

Fuentes consultadas:

Archivo General de Simancas. Regimientos de Puerto Rico y La Habana. Vestuario del Ejército. Biblioteca Universitaria ULPGC.

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