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Triunfo reparador del Tenerife en El Plantío (0-1)

El equipo blanquiazul corta la racha de tres derrotas seguidas venciendo por 0-1 al equipo que había llegado a la decimoquinta jornada como líder de Segunda División, el Burgos

La celebración del gol. LaLiga

No hay nada como un triunfo para aumentar los niveles de confianza y de tranquilidad de un equipo. Sobre todo cuando a ese equipo se le acumulan las dudas provocadas por una racha de tres jornadas sin sumar y juega con la carga de ser un aspirante a subir a Primera que siente de cerca la amenaza de los puestos de descenso. Ese efecto es todavía más reparador si la victoria se logra en el campo del líder, ante un rival que no había perdido en su estadio, y es la primera que se consigue a domicilio. Cuando parecía estar en su peor momento, el Tenerife no solo frenó su caída, sino que demostró que puede ser tan competitivo como lo fue el curso pasado. Los blanquiazules, desconocidos en sus últimas actuaciones, volvieron al camino correcto y recibieron un premio justo. La cuestión es darle continuidad para ir recuperando terreno.

El 0-1 en Burgos está lleno de buenas noticias. Lo principal es el desenlace. El Tenerife necesitaba ganar tras caer con el Leganés, Zaragoza y Mirandés, dejando sensaciones preocupantes. Con otro tropiezo habría cundido el pánico, al menos de puertas afuera, justo en un tramo del calendario en el que no habrá compromiso de Liga hasta el 19 de noviembre, con el Huesca en casa. Ahora, con 17 puntos, las cosas se ven de otra manera. El vagón de cabeza sigue estando lejos, pero ya no son números de un equipo descolgado o desconcertado por estar viviendo una situación que no esperaba. Tiene tiempo, siempre que la irregularidad no vuelva a aparecer.

Otro valor añadido fue la respuesta del equipo. Carácter competitivo individual y colectivo, concentración de principio a fin, muy pocos errores y ninguno con consecuencias, solidaridad en los esfuerzos y en las ayudas... En definitiva, muchas de las bases sobre las que debe crecer el Tenerife de Ramis. Si había alguna sospecha sobre el compromiso de los jugadores, ayer quedó disipada. No solo se percibió en detalles rutinarios; también en instantes para la foto, como la celebración del único gol, una piña de color rosa en el banquillo visitante de El Plantío. O en el espíritu de supervivencia en una fase final interminable. Las constantes interrupciones que fueron salpicando el juego después del tanto de Elady, en el 78’, llevaron al árbitro a añadir 12 minutos que se convirtieron en 14. En esa angustiosa prórroga, el Tenerife se aferró como pudo a su mínima ventaja, defendió con los cinco sentidos, como en sus mejores tardes de la Liga 21/22, y no dejó que nadie le quitara el triunfo. Oficio y necesidad para sellar la primera alegría fuera de casa.

La fórmula

Luego está la elección de Ramis. Habrá que ver si verdaderamente ya ha encontrado la fórmula que estaba buscando. El primer tercio del calendario estuvo marcado por el deficiente rendimiento de unos cuantos jugadores, por las lesiones, por más problemas de los previstos. Es normal que al técnico le haya costado dar con un funcionamiento colectivo óptimo. Después de tantas vueltas, resulta que en Burgos salió bien que coincidieran dos laterales derechos, como en Anduva, con Buñuel en su puesto y Mellot por la izquierda. También cuajó la pareja de centrales formada por Sipcic y Sergio. Y no se notó la ausencia de Aitor, sancionado ayer. Alonso y Jurado estuvieron a la altura de las circunstancias. Pero la principal novedad fue la presencia en la alineación de tres delanteros, Romero, Garcés y Gallego; el primero, como extremo izquierdo, demarcación en la que no había llegado a afianzarse Dauda, sin minutos en Burgos. Romero dejó claro que también puede ser muy útil en una banda. Una alternativa más para Ramis, que ayer supo dar con la tecla. Porque cuando los partidos se van poniendo de cara, hasta los cambios suman. Y eso que solo introdujo tres. Fue lo que ocurrió con Elady. Mención aparte. Se perdió dos meses de Liga por una lesión, volvió a parar después de reaparecer jugando unos minutos contra el Granada –16 de octubre– y ayer asumió la responsabilidad de tirar el penalti. Lo hizo con el hambre acumulada de un goleador que no se había estrenado esta temporada, con la ilusión que tendría un debutante y la seguridad que le da la experiencia. Agarró el balón, sin que nadie se lo discutiera, y se enfrentó a Caro, el hombre récord, el portero que no había encajado ni un gol en el presente curso. Elady golpeó centrado y a media altura, Churripi se lanzó a un lado. Un momento crucial que se resolvió con la intervención del VAR para avisar a Gálvez Rascón que Borja había tocado el balón con las manos dentro del área, casi en la línea, tras un centro de Mellot. El árbitro no detectó la falta y, de hecho, la jugada continuó con un contragolpe. Pero el colegiado fue alertado por Prieto Iglesias, se acercó al monitor y, tras unos segundos de intriga, movió las manos en forma de rectángulo y dirigió su brazo al punto de los once metros. El Tenerife no desaprovechó la oportunidad. Tenía el partido para ganarlo y no lo dejó escapar. Sin grandes alardes, hizo lo que tuvo que hacer cuando más lo necesitaba para conseguir una victoria sanadora.

De entrada, la puesta en escena fue prometedora. En un arranque sin un dueño claro, el Tenerife jugó con personalidad, tratando de llevar la iniciativa y buscando el gol con cierta frecuencia, primero con un remate de Javi, luego con una mala finalización de Garcés tras una jugada de Romero, más tarde con un cabezazo de Gallego... Soriano era un espectador más. Buena señal para el Tenerife, a pesar de que el Burgos tampoco estaba incómodo en ese papel. Lo suyo no es tener mucho el balón, sino recuperar, correr y golpear, pero tampoco así hizo daño. Con el paso de los minutos, el duelo se fue igualando, pero era el Tenerife el que se acercaba más al gol. Garcés peinó un pase de Buñuel que hizo tambalear el récord de Caro. La tendencia se mantuvo con una galopada de Mellot finalizada con un recorte y un potente remate. Solo una mala entrega de Sipcic encendió al Burgos en ataque de camino al final del primer tiempo.

Tras el descanso, los locales salieron más decididos, dispuestos a adelantar un poco más sus líneas. Pero su producción ofensiva siguió siendo escasa, apenas un remate de Curro a media distancia.

Con la idea de agitar a su equipo, Calero metió tres cambios en el 59’, y Ramis optó por Elady. La ruptura del 0-0 parecía sujeta a una acción puntual más que a un desajuste. Nadie quería fallar. Las defensas seguían mandando.

Javi Alonso probó fortuna poco antes de la acción del penalti y del posterior gol de Elady. A partir de ahí, el partido entró en una dinámica de interrupciones y protestas, todo para enredar a un Burgos que se volcó en el intento de empatar ante un Tenerife sin fisuras. Soriano apareció para atajar los remates de Mourad y Juan Hernández, en el eterno alargue, pero fueron los de Ramis los que rozaron el 0-2, primero en una contra neutralizada por Caro en el centro y luego con un regalo del portero que Enric no supo desenvolver.

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