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El falso mito de la tendencia

El resultado del clásico dejó secuelas, pero a la inversa: el Tenerife no ha vuelto a perder y Las Palmas está en caída libre

Todo son motivos para el entusiasmo y la satisfacción en el Tenerife una vez pasó el derbi y el equipo se apresuró a recuperar el pulso a la competición. Desde entonces ha sumado 14 puntos de 18; su vecino y acérrimo rival, tan solo cinco. Balance raquítico para los amarillos.

Cientos de líneas de análisis, horas de debates en la radio y un sinfín de vaticinios en las redes sociales apuntan cada vez que llega el derbi «que es un partido que marca tendencias». Si acaso fuera verdad, en esta ocasión ha sido así, pero justo al revés.

El curso de los acontecimientos desde el 2 de enero hasta la fecha se ha ocupado de desmitificar una de las presuntas secuelas de los grandes derbis. Que encumbran al ganador y entierran al que sale derrotado, suele decirse de forma gratuita y sin pruebas fehacientes que así lo acrediten. En esta ocasión, al contrario de lo pronosticado y lo imaginable, los efectos del clásico disputado en el Rodríguez López han sido absolutamente esperanzadores para el perdedor y devastadores para Las Palmas. El derbi de enero sí marcó tendencias, pero al revés.

El cuadro blanquiazul ha salido lanzado hacia su propósito y sueño del ascenso directo después de hincar la rodilla frente a su acérrimo enemigo. Desde entonces no ha vuelto a perder en este año del Centenario. Tras caer con la Unión Deportiva, el cuadro de Luis Miguel Ramis alimentó las dudas en su empate con el Amorebieta (1-1), pero después se ha adjudicado casi todos los puntos en litigio: vapuleó al Real Oviedo en el Heliodoro (4-0); remontó contra la Ponferradina, rival directo en El Toralín (1-2); empató sin goles con el Leganés (0-0) y firmó dos triunfos consecutivos a costa de Alcorcón (0-2) e Ibiza (2-0).

En total, los blanquiazules llevan seis partidos invictos –justo el tiempo transcurrido desde el clásico– y tres porterías a cero. En este segmento de la competición han arrimado a su casillero 14 de los últimos 18 puntos en juego. Dicho de otro modo, salieron cuartos del derbi y ahora son terceros. Y no hay dudas de que han salido fortalecidos de la amarga experiencia de perder un partido tan especial.

En cambio, la historia de Las Palmas desde aquel derbi del que salieron pletóricos sus futbolistas (con foto del vestuario incluida) es lo más parecido a una pesadilla sin visos de hallar final a corto plazo. Los amarillos alargaron sus buenas sensaciones una jornada más y empataron con el entonces intratable Almería en Siete Palmas (1-1), pero luego trazaron una cuesta abajo sin frenos muy difícil de explicar.

El falso mito de la tendencia

Los problemas empezaron para la UD con su derrota en Fuenlabrada contra uno de los candidatos al descenso (3-2 en el Fernando Torres) y precipitaron el despido de Pepe Mel, que pasó de héroe a villano en apenas 14 días. Lo siguiente ya se conoce: aterrizaje de García Pimienta, empate gris contra el filial de la Real Sociedad (0-0) en casa, un respiro en Cartagena (0-2) y dos inesperados zarpazos frente a Burgos y Zaragoza (derrotas por 0-2 y 2-1, respectivamente) que han dejado seriamente dañado el proyecto amarillo.

El declive grancanario ha sido inversamente proporcional a la escalada blanquiazul. Como si fueran vasos comunicantes, mientras el del Tenerife se llenaba, el de Las Palmas se vaciaba hasta quedarse casi a cero de ilusión y opciones de ascenso. El equipo de la isla redonda salió del clásico igualado a puntos con el sexto clasificado y ahora figura octavo, a tres puntos de las plazas de privilegio; tras el derbi tenía al Tenerife a cuatro puntos y ahora lo ve a 13. Dicho de otro modo, el periodo entre el clásico canario por antonomasia y la actualidad ha traído consigo un déficit de puntos de los amarillos respecto a sus vecinos (-9) que nadie podía haber pronosticado aquel día de derbi descafeinado y aforo reducido en el Rodríguez López.

Los números desmienten la teoría tantas veces enunciada de que «los derbis marcan tendencia». Y si de alguna manera así fuese, podría decirse que en este caso ha sido así, pero al revés de lo previsible. El ganador del clásico se ha hundido inesperadamente y el perdedor se fortalece cada día más. Hay otros antecedentes que corroboran que no existe ninguna relación directa entre el resultado del clásico y la trayectoria posterior de sus equipos protagonistas. Valga por ejemplo el año del último ascenso a Primera de los amarillos, que lograron el ansiado cambio de categoría sin ganar uno solo de sus duelos con el Tenerife. Y aún así, ascendieron.

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