Amalgama

Geopolítica

Migración de células cancerígenas.

Migración de células cancerígenas. / juan ezequiel morales

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

En 1899, en su obra Introducción a la geografía sueca, el geógrafo de la Universidad de Upsala Rudolf Kjellén introdujo el concepto de geopolítica, que delimitó e introdujo como término en 1916, en El Estado como forma de vida. Le tomó el relevo el geógrafo alemán Friedrich Ratzel, quien habló más claramente de que los Estados son como los organismos vivientes. Esta observación coincide, desde un punto de vista ontológico social, con lo que propongo como Teoría del Ser Superior, pero vamos a enriquecernos con las tesis de una disciplina que se ha politizado, a izquierda y a derecha, y no es sino la descripción y justificación del crecimiento de los estados y los imperios. Ratzel defendía que un estado tiene que jugar con sus «fronteras vivientes», en las cuales crece, se extiende o muere, y así lo describió en su Politische Geographie. Todo esto fue, posteriormente, desarrollado por el alemán Karl Haushofer. Kjellén estudiaba la relación del estado con su territorio, con la economía, con la sociedad nacional, y entendía que todas estas relaciones eran deterministas y orgánicas: «Los Estados son seres sensibles y razonables, como los hombres». El nacionalsocialismo, en su vertiente explicativa y mítica, terminó asumiendo este concepto de geopolítica, lo insertó en las relaciones entre Europa Central y Rusia, y conformó una defensa para sus actitudes.

Friedrich Ratzel, de la Universidad de Heidelberg, fallecido en 1904, fue más allá en la definición del estado como un ser vivo. No en vano era biólogo, geógrafo, zoólogo, y politólogo defensor de la Geopolítica. Estuvo influido por las tesis darwinistas de las leyes del más fuerte, y así diseccionó el funcionamiento de los Estados, de forma que partió de las leyes naturales evolucionistas para señalar que las poblaciones necesitan extender sus culturas más allá de su ambiente original, y que interrelacionan con otros pueblos en sus fronteras, generando el cambio. En un contexto histórico bismarckiano, previo a la Primera Gran Guerra, con el desarrollo del nacionalismo, el colonialismo y el imperialismo, Ratzel transfiere a la geografía política los conceptos biológicos que definen el nacimiento, la madurez, el declive y la desaparición de los estados, en base a la selección natural. De esta fórmula nace el concepto de «Lebensraum» o «espacio vital» (repetido insistentemente en el Mein Kampf, de Adolf Hitler), y el mandato político de expandirse o asfixiarse. En la ocupación de espacios cada vez mayores y «a medida que el territorio de los estados se hace mayor, no es sólo el número de kilómetros cuadrados lo que crece, sino también su fuerza colectiva, su riqueza, su poder y, finalmente, su duración».

Fue el alemán Karl Haushofer, fallecido por envenenamiento en 1946, y formado en la Academia de Guerra de la Universidad de Múnich, de donde fue catedrático de geografía, quien desarrolló la Geopolítica como concepto usado por el Tercer Reich, y disponiendo plenamente de Rudolf Hess como discípulo aventajado. Haushofer fue fundador de la sociedad Thule, que proponía mitos de origen para el nacionalsocialismo germano, así como participó también en la Primera Gran Guerra. Desde 1919, Haushofer y Rudolf Hess, entre otros, fundaron el Partido Obrero Alemán, al cual se unieron después Hitler y Goebbels, aunque la participación de Haushofer fue casi nula. Casó con una ciudadana judía, lo que le procuró problemas toda su vida, incluido su encarcelamiento por la Gestapo en Dachau, aunque siempre fue protegido por Hess. En 1924 fundó la revista sobre geopolítica Zeitschrift Für Geopolitik, y al año siguiente la Academia Alemana, donde publicó sus estudios sobre las fronteras.

Estas ideas geopolíticas no son únicamente propias del desarrollo germano, pues también las encontramos en la tesis del Destino Manifiesto (el Manifest Destiny), de EEUU, con la característica de nación elegida, destinada a expandirse desde el Atlántico hasta el Pacífico y que, en base al mito de la frontera, motivó la guerra de Cuba contra España, en 1898, la conquista de Puerto Rico y la intervención en las Islas Filipinas, contra el lebensraum español en pleno declive en aquella época. Así, en 1845, en el artículo Anexión, el periodista John L. O’Sullivan, en la revista Democratic Review, de Nueva York, escribió: «El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino» (lo mismito que postulaba Hitler en su Mein Kampf), de forma que comenzando el siglo XX, las fuerzas armadas estadounidenses entraban en México, Guatemala, Nicaragua, Colombia y Ecuador, y el presidente norteamericano William Taft declaraba, en 1912: «El hemisferio todo nos pertenecerá, como de hecho, ya nos pertenece moralmente, por la virtud de la superioridad de nuestra raza».

El francés Yves Lacoste (director de la revista Hérodote), el inglés Peter Taylor, y otros, son pensadores geopolíticos que cada vez ven más claro el concepto orgánico de los movimientos geopolíticos del mundo y el uso de la geografía como arma de guerra. Enfoques clásicos como los de los comunistas o izquierdistas radicales Antonio Negri o Immanuel Wallerstein están presentes en geopolíticos como Heriberto Cairo Carou (catedrático director de la tesis doctoral del comunista Pablo Iglesias Turrión).

Terminemos con el enfoque de Michel Foucher (autor de Fragments d’Europe), que delimita la idea de patria como un elemento variable (territorial para los países nórdicos, comunitaria en los países mediterráneos, latinos y eslavos, confesional para los católicos de Bosnia y Croacia, los ortodoxos de Serbia o los musulmanes de Bosnia, o regional como entre los kosovares). Foucher desarrolla el concepto «horogénesis», proveniente de «horos» (frontera, en griego), desde donde se entiende, como en las células y los tejidos, que la invasión se genera a partir de romper fronteras.

Lo que ocurre actualmente en Francia con las Banlieue (y por ende, en Europa) por ejemplo, podría entenderse como la entrada en un tejido inmunodeprimido, de células cancerígenas que se han desarrollado y van a matar al huésped, que ya no dispone de defensas, salvo aplicar, casi tarde, una feroz quimioterapia que puede acabar con él mismo. Ese es el panorama. El final está por escribir. Pero es geopolítico.