Agustín Gajate publica ‘Reflicciones’, 40 relatos de ficción con gotas de realidad

El periodista tinerfeño recupera algunos textos desperdigados y otros los escribió ‘ex profeso’ para esta obra

Para el autor, escribir es un ritual al que no piensa renunciar

Agustín Gajate Barahona, autor de ‘Reflicciones’.

Agustín Gajate Barahona, autor de ‘Reflicciones’. / María Pisaca Gámez

El periodista y escritor Agustín Gajate Barahona publica el libro Reflicciones, en el que agrupa cuarenta relatos, sin vínculo alguno entre ellos, donde la ficción encierra una parte de realidad y la realidad acoge algo de ficción. Normalmente, hay autores que tratan de que la ficción parezca lo más real posible y que la realidad se asemeje a la ficción, matiza. Esta obra decidió impulsarla durante la época de la pandemia. Una parte de los textos fueron creados ex profeso para este trabajo y otros se hallaban dispersos en varias publicaciones y en internet.

Casi todos los relatos incluidos en Reflicciones «están ambientados, tienen sus raíces aquí, en Canarias». El primero de ellos se titula La momia del guachinche, que es un guiño a una de sus pasiones, la cultura y la lengua de los aborígenes del Archipiélago. El relato lo construye en base a la figura de un hombre de avanzada edad, que casi no se mueve y si lo hace es para llevarse a los labios un vaso de vino. ¿Y qué vinculación apreció el autor en esa imagen y un cuerpo momificado? Pues la piel pegada al hueso en unas manos curtidas, con décadas de trabajo, y ahora apoyadas durante horas en una mesa o un mostrador.

El segundo, llamado El chaleco mágico, refleja a un empleado de la construcción, reconvertido en aparcacoches, que acaba de socio de un próspero empresario. Y en el último de los relatos de Reflicciones una carta de amor, sin quererlo su emisor, se trasforma en una misiva de humor y erotismo. 

Gajate Barahona explica que «el sustrato» que marca este trabajo es «el deseo de que esta sociedad mejore, no sólo desde el punto de vista económico, sino también, sobre todo, a nivel individual y colectivo». Apunta que con Reflicciones «no busco un público objetivo». De hecho, algunas personas le cuentan que se lo han leído en pocas horas, en un día, y otras prefieren disfrutar de un relato cada jornada. Recuerda la máxima de que el libro primero es del autor, después del editor y, al final, del lector, «que puede hacer con él lo que quiera». La obra está publicada por Ediciones Aguere, de Ánghel Morales, y Ediciones Idea, de Francisco Pomares.

Durante más de cinco años, el escritor trabajó como redactor en el periódico EL DÍA. Y su siguiente etapa laboral la desempeñó en la Jefatura de Prensa y Comunicación de CajaCanarias (la Caja General de Ahorros de Canarias), antes de su inclusión en Banca Cívica y, después, en CaixaBank.

Hasta hace varios meses, Gajate llevó a cabo la función de secretario en la Asociación de Periodistas de Tenerife. Sin embargo, una lesión física le impidió continuar en dicho cargo e, incluso, poder realizar algunos proyectos profesionales. Pero, en pleno proceso de recuperación, ya piensa en escribir otra novela. Comenta que, para él, «escribir es como un ritual y quiero seguir disfrutando del mismo, como periodista y escritor».

Cuando localiza a una persona mayor que pueda tener algo interesante que contar, decide pararse a escuchar. Y de esa experiencia puede salir un relato literario o un artículo periodístico que sube a internet, sin límite de espacio. Además, escribe crónica literaria sobre algunos libros que pasan por sus manos.

«Si localizo a un mayor con algo que contar, escucho y de ahí sale un cuento o un artículo», comenta

Durante algunos años, Gajate se implicó en el estudio de la lengua guanche. Y en algunos de los relatos de este nuevo libro aparecen algunas de esas palabras en el título, «pero sólo como referencia a que se trata de temas propios de Canarias, no tan genéricos».

Señala que con anterioridad ya había utilizado «la lengua guanche en dos libros: en el poemario Achicaxna xaxo agual (Palabra de momia paria) y en los diálogos de la novela Los cimientos de Gomorra». Desde su punto de vista, «esta lengua se utiliza de forma inconsciente entre la población, más en la rural que en la urbana». Y, entre otros ejemplos, pone el nombre dado al último volcán de La Palma: Tajogaite. «Usamos palabras, pero no sabemos de dónde provienen, el simbolismo, la cultura que las generó, los valores que tenía esa sociedad». En cualquier caso, advierte de que no se trata de idealizar a esa cultura aborigen, «pues no fue perfecta, ni muchísimo menos». 

«A lo largo de una investigación periodística que realicé sobre el estado de la lengua guanche, encontré que había mucho material, muchas palabras documentadas, simbólicas, no sólo de toponimia y antropónimos (nombres de personas); había miles de palabras que no se estaban utilizando», señala. Por ejemplo, «están los números del 1 al 999».  

Recuerda que hay tres grandes diccionarios que incluyen palabras guanches. Uno de ellos es Gran Diccionario Guanche, de Francisco Osorio Acevedo. El segundo se llama Diccionario Ejemplificado de Canarismos, de Dolores Corbella y Cristóbal Corrales. Y el tercero se titula Diccionario de Toponimia de Canarias, de Maximiano Trapero.  

Según el escritor, siempre ha estado leyendo textos sobre la sociedad aborigen, pero fue entre los años 2012 y 2013 cuando tuvo tiempo de profundizar y escribir tanto el poemario como la novela mencionadas.

Hace algo más de una década empezó su interés por profundizar en la lengua guanche

Indica que Achicaxna significa de forma simbólica «paria», en la acepción que recoge para su libro. «Pero realmente significa trasquilado, de pelo corto o sin pelo», comenta. Y esta definición se contrapone con los nobles guanches, «que podían llevar los cabellos largos». Y, además, recuerda que no se han encontrado momias de «parias», sólo de individuos de los grupos dominantes. «Estamos hablando de un libro que intenta ser una revolución contracultural dentro de lo que sería la sociedad guanche», dice Gajate. 

El motivo de emprender esa aventura fue que tenía la intención de escribir una novela de ficción ambientada en tiempos muy antiguos, como mil o dos mil años antes de nuestra era. «Entonces, necesitaba una lengua antigua», matiza. «Según algunos investigadores, la lengua guanche, al menos los símbolos líbico-bereberes, fue creada en el entorno de Cartago sobre el siglo III antes de nuestra era», señala Gajate. Y decidió ver cuál era el estado de la lengua guanche. «Encontré tantas palabras que pensé que se podía hacer algo», afirma. Admite que se guió por dos obras, como son las endechas recogidas por el ingeniero, arquitecto e historiador italiano Leonardo Torriani y los diálogos de Bartolomé Cairasco de Figueroa en La Comedia del Recibimiento, de 1582. En este último caso, «la estructura de los diálogos de los personajes Doramas, Sabiduría, Gáldar y Guía, que son los que hablan la lengua guanche, me ayudó a trabajar sobre el tema y a acomodar esas palabras en versos, primero, y en diálogos, después».