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Pablo AcostaEl Día

«En la rareza es donde encuentro la manera de no traicionar lo que viví»

«No le veía sentido a crear cuentos con una narración clásica; con un inicio, nudo y desenlace»

Pablo Acosta es lagunero y especialista, ahí es nada, en literatura mística medieval femenina. Acaba de publicar su primera novela, La casa de mi padre (H&O Editores). La crítica respalda a esta nueva voz de la literatura canaria que aborda, de una forma única, el relato de lo que sucede tras la tragedia.

Medievalista y especialista, concretamente, en estudios místicos. Un trabajo curioso...

Me crié en La Laguna e hice mi carrera en Filología Hispánica ahí. Cuando acabé, me quería especializar en estudios medievales y no había estudios de doctorado con esa especialidad. Me fui a Barcelona y allí me doctoré. Llevo unos 20 años trabajando estos temas. Mi especialidad es la mística femenina bajomedieval, del siglo XIII al siglo XV. Ahora tengo un contrato postdoctoral María Zambrano en la Universidad Autónoma de Barcelona en el que estudio a Juana de la Cruz, una visionaria toledana de principios del siglo XVI. La corte de los Reyes Católicos iba a escucharla, predicaba en éxtasis y sus sermones se conservaban. Esto es una rareza porque en la Iglesia Católica las mujeres tienen prohibido predicar.

El tinerfeño Pablo Acosta.

Con una carrera de casi 20 años como investigador, ¿cuándo surge la idea de escribir su propia novela?

He escrito toda mi vida. Cuando vivía en Tenerife publicaba cuentos en revistas. Se estrenó una obra teatro mía en Magisterio, por ejemplo. Llegó un momento, cuando me fui a Barcelona, en el que decidí que no quería seguir escribiendo de esta manera. No quería crear ficción porque, por decirlo claramente, no me interesaba. Soy un gran lector, me encanta el cine y el cómic, pero no le veía sentido a crear cuentos con una narración clásica, con un inicio, nudo y desenlace. No dejé de escribir pero sí de publicar de esa manera durante un montón de tiempo. Lo que sí es verdad es que continué haciendo una escritura de cuaderno, una escritura personal de la que, de hecho y en parte, sale este libro. La casa de mi padre juega con una transformación de esa escritura que en principio era para mí, que leían algunos amigos de vez en cuando, y que poco a poco va cambiando para ser algo que pensé que tenía que dar a luz, que tenía que llegar al público. Eso fue hace unos años.

Han sido, si no me equivoco, diez años de trabajo para hacerlo una realidad.

Sí. Calculo que el libro estaba cerrado hace cuatro años. Lo que pasa es que venía de un período muy largo de gestación, de creación y trabajo. En un momento determinado consideré que ya estaba cerrado y a partir de ahí empecé a enviarlo a diferentes editores y se pasó en un cajón tres o cuatro años. No se publicaba. Hasta que dio con el editor adecuado.

¿Y eso fue lo que pasó con H&O Editores?

Es una editorial independiente de Barcelona que hace unos libros fantásticos. Es un libro precioso que está editado con un gusto increíble, tanto a nivel de texto como de formato. Es una maravilla y es el libro que yo quería. Se ha hablado de él como el libro instalación, un libro objeto o un libro que crea un espacio y la edición ha ayudado muchísimo a darle esta textura.

¿Donde estaba esa casa de la que habla en su libro?

Estaba en La Laguna. La casa a partir de la cual se construye el libro es una casa del centro de La Laguna donde viví cuando era pequeño con mi padre y ahí pasaron muchas cosas que se cuentan en la novela de una forma muy tangencial. En el fondo de lo que habla la novela es del proceso de duelo que yo viví tras la muerte de mi padre, que ocurrió en esa casa. Mi interés en el libro no es contar la muerte de mi padre ni reconstruirla sino hablar del proceso de duelo que tuve que vivir en Barcelona después de que él muriera.

La novela está construida de tal forma que se va avanzando, estancia a estancia, por esa casa de su infancia, el lugar de esta tragedia.

Sí. Lo que hago es utilizar una técnica medieval reconformada para usarla en este libro que es la de los palacios de la memoria, donde lo que se hace es alzar un palacio que se pueda imaginar y a través del cual el lector o el oyente pueda transitar. Uso un narrador en primera persona que alude todo el rato al lector para que pueda descubrir cada uno de esos cuartos y encontrarse una serie de imágenes, recuerdos, restos y rastros de lo que ocurrió en esa casa. Sobre todo, lo que quiero es que se puedan hacer una especie de cosmología fragmentaria de lo que pasó y de lo que soy yo por lo que pasó ahí.

En cierto sentido ya me ha contestado, pero quería preguntarle qué es lo que hay de su faceta como investigador en esta novela.

Hay millones de cosas. Todo está ahí porque en el fondo estoy todo el día metido en bibliotecas, leyendo libros antiguos, cogiendo notas y escribiendo. Mi visión de la escritura y de la literatura en general pasa por ese filtro obligatoriamente. Hay mil cosas, desde el uso de la técnica narrativa al uso de las imágenes, son imágenes afectivas pero también otras que vienen de sueños y que el lector puede quedarse en su mente para interpretarlas. Creo que lo más importante es la cuestión de la concepción de la escritura. Mi especialidad son los estudios místicos y ahí la escritura es fundamental, porque es la única fórmula que tuvieron estas personas que tuvieron una experiencia y querían transmitir su vivencia. La base de todo es que ellos no pueden transmitirlo con palabras, algo que realmente está en el libro. No puedo transmitir lo que viví en aquella casa porque la experiencia es completamente intransferible pero intento, con distintas técnicas, intensificar esa paradoja y transmitir una tensión entre lo vivido y lo que se puede transmitir a través del lenguaje.

Está la tendencia de intentar encuadrarlo todo en un género y un estilo. Imagino que a su libro ya lo han intentado definir.

(Risas) Totalmente. Se está leyendo mucho y está teniendo buena recepción. Para mí es una sorpresa porque yo pensaba que era una cosa muy rara pero parece que esta forma que he encontrado, indefinible de hecho, es algo que gusta. Seguramente por la época en la que estamos en la que lo fragmentario es interesante. Hay una decisión consciente. Pasé muchos años sin querer escribir de una forma definible y ahora he encontrado la manera de encontrar mi propia forma de hacerlo. La razón de que no tenga un formato reconocible es precisamente porque la historia de mi padre, de mi dolor o de mi duelo, no se puede traspasar a esquemas que ya han sido tan utilizados, que son reconocibles y que están desgastados como los de la novela o el cuento. Uso, claro, técnicas narrativas y hay escenas y una literatura reconocible pero es una literatura fragmentaria encerrada dentro de un esquema que, de hecho, es una técnica mnemotécnica medieval. En esa rareza realmente es donde encuentro la manera de no traicionar lo que viví, porque todo esto proviene de una experiencia y un dolor real.

Cuando el lector atraviesa el umbral de la casa de su padre se encuentra un relato hecho desde el duelo pero ¿cómo sale?

Creo que para eso la mejor respuesta es leerlo. Quien lo lee es quien le puede dar la interpretación al proceso. Es un libro que tiene muchas capas. Se parte desde el dolor de la ausencia, desde la incomprensión, la necesidad de hablar con alguien que no está, desde la frustración, y poco a poco se avanza hacia otro lugar. En el libro está expresado de una manera determinada. Habitación tras habitación hay cambios en el discurso, en las cosas que se cuentan y en cómo se orienta la figura paterna pero sí te diría que hay un proceso de sanación que tiene que ver con el tiempo y con el tiempo que llevó la escritura de este libro. Hay un tránsito hacia la luz en el libro que está muy claro.

Tras encontrar, como dice, esta fórmula expresiva, ¿piensa seguir usándola en nuevos libros?

Sí, de hecho este libro con el tiempo se ha conformado como un díptico y entiendo que tendrá una segunda parte en la que ya estoy trabajando. Se llamará La casa de mi madre y en ella entraremos en otro lugar. No sé cómo ni qué forma tendrá pero sí que será un libro complementario a este que, de hecho, se anuncia en el epílogo de La casa de mi padre.

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