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Käthe Kollwitz, en el paso insular

La artista alemana, referencia para Eduardo Westerdahl, dejó constancia en sus ‘Diarios’ del viaje realizado a las Islas Canarias en abril de 1925

Käthe Kollwitz en 1927

Käthe Kollwitz (1867-1945) es una de las figuras importantes del expresionismo alemán. Desde muy pronto fue reconocida como autora de grabados y xilografías que daban cuenta de la vida en los barrios obreros más desfavorecidos, especialmente de Berlín. La artista desde comienzos de siglo muestra imágenes que hablan del horror, de la miseria, del dolor desatado en la Gran Guerra. Su radical sensibilidad abrió aquí una brecha que no haría más que profundizarse a lo largo de su vida. Su Mujer con niño muerto, de 1903, sería solo el preámbulo de numerosas obras que retratan desde la sensibilidad más personal la tragedia contemporánea de la pobreza, la soledad y la guerra. Próxima al partido socialdemócrata y a los diversos grupos expresionistas de Alemania, muy pronto fue una referencia más que por sus esculturas, por el dominio de la técnica y la expresión en el grabado. La infelicidad fue constante en su vida, a pesar de que su marido Karl le brindó los mayores apoyos. La depresión la condujo a la escritura de un diario en que haría reconocible su memoria y también el panorama cultural e histórico del que fue testigo desde 1908 a 1943.

La primera gran tragedia llegó cuando su hijo Peter, de apenas veinte años, se alista en el ejército. Moriría en los primeros meses de la Gran Guerra, en 1914. El largo lamento, como es visible en sus escritos, se extendería a lo largo de su vida. Kollwitz, además, había apoyado a sus dos hijos cuando decidieron enrolarse. Su marido se había opuesto.

Peter muere; su otro hijo sobrevive. Al paso de los años, durante la Segunda Guerra Mundial, verá cómo uno de sus nietos cae en el frente. Decepciones y tragedia, de poco sirvió que proclamase, como en su célebre cartel de 1924, Nie wieder Krieg: Nunca más la guerra. La pobreza, la muerte, los mutilados, las consecuencias de la barbarie europea la estremecen de manera persistente. Sus grabados y xilografías tendrán una amplia repercusión en Europa. Su eco llega a Picasso, a los estudios previos al Guernica, al célebre cuadro. Su mirada no es solo la de una artista comprometida con el proletariado, como quiso verse desde la propaganda soviética. También fue sensible a las hambrunas en la URSS y conoció de cerca, en su viaje a Moscú de 1927, las limitaciones de la credulidad y los excesos revolucionarios. Su arte es conmovedor.

Otto Dix y George Grosz son otros de los artistas alemanes que mostraron abiertamente las miserias que trajo la guerra y que miraron por igual a la decrepitud burguesa y a los lisiados que originó la confrontación bélica. De la edad de sus hijos, Kollwitz era la artista que los antecedía en la denuncia social; pero, a diferencia de ellos, el humor y el sarcasmo no formaron parte de su obra. Más jóvenes, George Grosz y Otto Dix estuvieron en contacto, a la altura de 1920, con el movimiento dadaísta en Alemania, junto a otros grandes nombres: Hannah Hoch, Raoul Hausmman, John Heartfield… Kollwitz era ya una creadora muy respetada. Así puede verse en el conocido collage de Hannah Hoch, Corte con el cuchillo de cocina dadá… (1920), donde la imagen de su rostro aparece recortada en el centro de la obra, como un reconocimiento a la mujer artista y a la precursora de un arte subversivo. Käthe Kollwitz es ya figura central.

Cuando el canario Eduardo Westerdahl viajó en 1931 a Alemania, comprendió las sensibilidades diversas de la época, la importancia del movimiento racionalista en arquitectura, la abstracción geométrica y los nuevos caminos abiertos en el arte europeo. También halló los referentes de un arte social que seguía la estela expresionista. Cuando se funda la revista Gaceta de Arte (1932-1936) tratará de conciliar el arte abstracto con un arte figurativo de clara orientación política. En medio de la turbulenta Segunda República Española, entre señales de advenimiento de una guerra y expectativas de un socialismo hipnotizado por el horizonte soviético, Westerdahl habló frecuentemente de Kollwitz, de George Grosz, de Otto Dix. También el poeta Domingo López Torres no dejará de aludir a la grabadora y escultora alemana. Las revistas Gaceta de Arte (1932-1936) e Índice (1935) revelan hasta qué punto se había convertido en la gran referencia de un arte contemporáneo de dimensión política.

En 2022, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía expuso un amplio número de grabados y xilografías de Käthe Kollwitz. La vertiente política de su arte estaba a la vista; también, la técnica al servicio de una peculiar vivencia del sufrimiento. Poco tiempo antes, en 2018, en Madrid, se publica una selección de sus Diarios. Pudimos leer entonces, en una de las anotaciones escritas al final de 1925, que había estado en un crucero que hizo escala en Canarias.

En Die Tagebücher 1908-1943, los diarios completos editados en 1989, confirmamos que Kollwitz dedica una página al viaje realizado durante el mes de abril de 1925 y que siguió la ruta de La Coruña, Madeira, Santa Cruz de Tenerife y Cádiz. Kollwitz vuelve a mostrar cómo percibe el mundo. La pobreza y la angustia las halla en Madeira o en Cádiz. Lo que ve no es diferente de sus representaciones de niños, madres, obreros, de seres menesterosos. La visita de Canarias, sin embargo, después de tanta tragedia, supone un instante de descanso. La llegada al puerto de Santa Cruz, las excursiones al interior de Tenerife, a pesar de seguir viendo orfanatos y niños pobres, coincide con un buen momento, bien raro en una época en que muere su madre, evoca a su hijo Peter, continúa su proyecto de monumento a los soldados muertos o colabora en la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad.

Ni Eduardo Westerdahl ni Domingo López Torres ni los otros animadores de las vanguardias canarias pudieron saber que la artista alemana había estado en su espacio insular. Tampoco los más longevos pudieron conocerlo. La singular representante de la sensibilidad expresionista fue una de sus referencias esenciales. Pero nada supieron de aquella estancia de apenas unos años antes. Los diarios, Die Tagebücher 1908-1943, solo se publicarían en Berlín en 1989. Los canarios ensalzaban su trabajo y lo hacían poco antes de que Käthe Kollwitz fuera recluida en su casa y su obra formara parte del «arte degenerado» despreciado por los nazis.

Ofrecemos aquí las palabras escritas en aquel abril de 1925 por la artista alemana. Agradecemos a Daniel Barreto sus sugerencias en el proceso de traducción.

El barco atraca en un muelle donde hay mucha gente. Cajas apiladas para el envío. Un gran dique detrás del que rompe el mar. A veces salpica a los que miran desde arriba. Magnífico el muelle con los fardos y la multitud. A la derecha del puerto hay un paseo amplio y sombreado. Los que no trabajan se apoyan en la pared.

La ciudad surge entonces de pronto. Colores planos y vivos, pero sobre todo planos. En la Plaza de la Constitución se venden hermosos paños chinos, hermosas cosas hindúes.

Vamos en coche con los Schnirlins y Froböses a La Orotava, al otro lado de la isla. Un chófer joven conduce de maravilla. No bebe. Está alerta, atento, tranquilo. Vemos camellos por primera vez. El viaje por el interior, hasta las alturas, es espléndido. Paisaje maravilloso. En La Villa, frente a La Orotava, el orfanato, donde las madres acuestan a sus hijos en una camita limpia, junto a la puerta, como en París. Después el torno gira hacia adentro y las monjas acogen al niño. Casas con muy bellas tallas en madera, de tipo morisco.

Hermosos patios por todas partes, donde viven las familias. La fuente está ahí, se bebe vino, flores, una galería recorre la parte superior de la casa.

La Orotava, cerca del mar. Vi el Jardín Botánico en el camino de vuelta. Trayecto largo junto al mar.

Al día siguiente en un autobús repleto de campesinas con cestos, hacia La Laguna. Desde allí caminé un poco hacia el interior. Una claridad del aire, un brillo, que recuerda al Alto Engadin. Un hermoso niño pide limosna. Karl lo acaricia y pregunta. «¡Chico, no debes!», dice Karl. El niño no se va y pide de una «manera tan tierna» (como dice Karl), que por supuesto le acaba dando algo.

Fui a un pueblo de pescadores con los Schnirlins. Gran pobreza aquí también, pero no tan terrible como en Câmara de Lobos, en Madeira.

El Pico de Tenerife, a menudo nublado. Cuando el día está claro, resplandece magnífico. Así me imagino el monte japonés.

Madeira con Funchal - Tenerife - los puertos, lo extraño oriental en el color - la belleza de la gente - la vegetación - todo es muy emocionante. A veces me siento como si estuviera borracha. Completamente. A ello se suma el vino, estupendo. Se olvida el hogar, se vive en lo nuevo. Gran deseo de que el viaje «a la India» pueda llegar a ser algo. Karl también suele estar borracho, por no hablar de los Schnirlins.

Salida desde Santa Cruz. Maravillosas estas salidas de los barcos, esta música, las ovaciones mutuas, la multitud en el muelle, la multitud arriba en el barco, este hola hacia arriba y hacia abajo, agitando pañuelos –y después de nuevo hacia adelante.

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