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Canarismos

El gallo no se acuerda cuando fue pollo

El gallo no se acuerda cuando fue pollo

Se le atribuye a Vladimir Nabókov la autoría de la frase: «La memoria es corta de vista», queriendo decir con ello que la memoria no suele alcanzar a recordar muy lejos en el tiempo. Y tenía el hombre más razón que un santo. La máxima del escritor ruso nos da pie a argumentar el dicho comentado, y particularmente en los supuestos a los que hacemos referencia. «El gallo no se acuerda cuando fue pollo» (al igual que la variante «ningún gallo se acuerda cuando fue pollo») se emplea de manera genérica para expresar que en ocasiones solemos olvidar nuestra condición en el pasado, en particular cuando la situación anterior era peor que la presente. Sanciona también la actitud de la persona que reprende con severidad y critica los errores de otros con menos experiencia o a quienes tiene como subordinados, pues se olvida con frecuencia que cometía los mismos fallos cuando estaba en esa situación.

Sinónima de la anterior es la forma que dice: «ningún cura se acuerda cuando fue monigote». [En el español de Canarias se dice «monigote» al ‘monaguillo’, es decir, al niño que ayuda a misa y en otros servicios litúrgicos]. Se infiere de una adaptación local del refrán castellano que asevera: «No se acuerda el cura cuando fue sacristán». Que, recurriendo a esta figura de subordinación jerárquico-eclesiástica, podríamos decir, se emplea para recriminar a quien castiga o reprende con dureza los errores de quienes están a su cargo, pese a que, en el pasado, cuando se ocupaba de esos menesteres, también los cometía él.

El valor significante o idea que subyace en estos refranes en sus diversas formas es el olvido («no se acuerda»). El olvido es como un centinela adormentado que cuando despierta con brusquedad se muestra despiadado, juzga y recrimina a los demás cuando, en realidad, él hacía exactamente lo mismo, comportándose de idéntica manera que aquellos que ahora censura. Lo que nos permite olvidar nuestros propios errores, nuestro propio comportamiento, es lo que nos predispone a ser intolerantes con aquellos que bajo nuestra autoridad ahora repiten idénticos esquemas y actitudes. No hay persona más intolerante con los fumadores —se dice— que un exfumador. Quizás el ejemplo vale para recordar la expresión «ningún cura se acuerda cuando fue monigote». Quien fue monigote (o monaguillo) conociendo dónde se guardaban en la sacristía las obleas sin consagrar y el vino litúrgico, a escondidas se daban un festín bebiendo vino acompañado de un buen puñado de galletas sin levadura. Y este hecho repetido seguramente por enteras generaciones sería el que justifica que el cura debería ser más tolerante y mirar para otro lado cuando los monaguillos son sorprendidos in fraganti en semejante acto de «profanación». Reprensión versus tolerancia son los dos aspectos antagónicos que conforman el olvido y justifican la permisividad.

Olvidamos fácilmente, más de lo que creemos. El olvido puede ser un arma de supervivencia. En algunos casos, olvidar es un mecanismo de autodefensa o de profilaxis mental que nos permite cancelar de la memoria las experiencias traumáticas. Pero el olvido también puede llegar a justificar la perpetuación de determinadas estructuras mentales y de poder al no hacerlas presente y no cuestionarlas. Quien olvida está condenado a cometer los mismos errores del pasado. Y esto es lo que en el fondo argumenta el dicho: olvidamos con demasiada facilidad. El gallo o el cura, el padre o quién sea «no se acuerdan» cuando eran pollos, cuando eran niños, cuando eran más jóvenes o cuando ocupaban un rango de subordinación en una estructura jerárquica. Y este olvido es el responsable de la reprimenda, del reparo y, en definitiva, de la intolerancia con «quienes fuimos», repitiendo los mismos errores que cometieron con nosotros. En el ámbito familiar puede ser empleado para ironizar con la actitud del progenitor que se muestra severo por el comportamiento de un hijo sin pararse a pensar que él hacía lo mismo de joven. Esta incapacidad de observar desde la perspectiva temporal, esta visión egocéntrica es la que nos hace ignorar lo que éramos y olvidar lo que hacíamos en el pasado, incluso no tan lejos, en el presente. Con significado afín se expresa este otro refrán que dice: «El que está harto, no se acuerda del que tiene hambre» que en sentido amplio quiere decir que el que está bien no se acuerda de quien está mal. Y es que, se mire por donde se mire, el gallo no se acuerda nunca de cuando fue pollo.

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