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Jon Sistiaga Periodista y escritor

«Una organización terrorista no difiere mucho de una secta»

«En el País Vasco nunca hubo dos violencias, ese es un discurso que intentan vender los abertzales», indica el periodista y escritor

El periodista y escritor vasco Jon Sistiaga. Andrés Cruz

El periodista Jon Sistiaga (Guipúzcoa, 1967), ganador de los premios Ortega y Gasset de Periodismo en 2003 y el Ondas en 2012, presentó en la Biblioteca Pública del Estado de Las Palmas su nuevo libro, ‘Purgatorio’, en el marco de los encuentros literarios ‘No solo libros’. 

¿Tiene alguna relación publicar esta novela con el impacto que produjo su serie documental ETA, el final del silencio?

El estar casi dos años trabajando en esa serie me abrió muchas puertas a nuevos testimonios que no habían accedido a hablar porque todavía el miedo era relativamente fuerte todavía en el País Vasco. Pero Purgatorio es fruto de 30 años de trabajo en el País Vasco o de 54 de existencia. Yo he nacido a la vez de ETA, mi vida siempre ha estado condicionada por la presencia de la organización terrorista, he ido a clase con gente que luego entró en ETA y he ido a clase con gente que luego fue víctima de ETA. Esto es algo habitual en el País Vasco de mi infancia y mi adolescencia, por lo tanto Purgatorio es una novela que podía escribir con los ojos cerrados. Ni como periodista, ni como escritor, he tenido que documentarme más allá de contar las cosas que conozco, me han dicho o he sabido. Esta es la diferencia con otras novelas que se han escrito sobre periodismo en el País Vasco, que es que yo escribo desde la herida.

Son personajes ficticios aunque inspirados en reales.

Me gusta pensar que el lector se va a quedar con la incertidumbre de saber si los personajes son ficticios o reales. Los personajes de Purgatorio están cocidos con retales de muchas personas que he conocido. Que hay alguno inspirado en alguien que exista puede ser, pero la Euskadi de aquellos años bárbaros era una Euskadi tan inverosímil, en la que todo, por muy extraño que se te ocurra, y lo lleves a la literatura, podía ocurrir. También llevo 30 años viajando por el mundo y visitando lugares asolados por conflictos y violencia. Y, por tanto, también hay personajes inspirados en gente que he conocido en Belfast, Kigali, Bagdad, Kabul, Bogotá o Sinaloa.

¿Se adentra en los motivos por los cuales algunos jóvenes fueron convencidos para ingresar en ETA y otros nos?

Purgatorio es una novela negra, un thriller, pero que tiene numerosas lecturas. Una es la de una novela trepidante que te va a atrapar porque los personajes van metiéndose en problemas que al final tienen que desencadenar en una solución. Y segundo porque se habla de las numerosas aristas que tenía un conflicto como el que ocurrió en Euskadi, y entre ellas reflexiono sobre qué había diferente entre unos jóvenes y otros, entre yo mismo y unos compañeros de fútbol o de pandilla callejera, o de familia, que sucumbieron al encantamiento de la violencia, porque cuando tienes 16 años y te crees lo que te cuentan de que estás reprimido por un ente estatal que no te deja ser quien eres y que están masacrando a los tuyos, y te eligen o te convencen de que eres un elegido para sacrificarte ante un bien superior, la diferencia es que algunos decían para adelante y eso significaba matar o morir o acabar en la cárcel o en el exilio. Y otros decían, ‘vamos, anda, a mí no me pillas’.

¿Y qué diferencias más claras había entre unos y otros?

Hay muchas circunstancias. El entorno de cada uno de nosotros, la familia, la personalidad y cómo se haya sociolarizado esa persona, porque al final los mecanismos de influencia de una organización terrorista no difiere mucho de los de una secta, al final entran en la yihad islámica, ETA o Baader-Meinhof porque eligen a unas personas a las que convencen de que ellos son los elegidos, son personas fácilmente manipulables, que creen que ha llegado su oportunidad y que tienen un lugar en el mundo. Les das un sistema de pertenencia a un entorno o ideología, les haces creer que son importantes. Son mecanismos de manipulación muy básicos que llevan toda la vida funcionando.

Un momento impactante de ETA, el final del silencio, fue el acercamiento víctima-verdugo.

La justicia restaurativa es algo que he visto ya en otros países y me parece la sublimación del perdón humano, ser capaz de plantarte delante del que te ha hecho tanto mal siempre que el victimario lo reconozca. Los encuentros que se han hecho entre exmiembros de ETA y víctimas la premisa era que ellos reconocieran el daño que habían causado. Y de ahí unos deciden encontrarse y otros no. Pero creo que el encuentro entre Meixabel Lasa e Ibon Etxezarreta, el asesino de su marido, que luego desembocó en una películas que ha ganado varios Goyas, es un culmen en mi carrera periodística. Conseguir convencerles de la dimensión simbólica que tenía el que dejáramos una cámara en su encuentro, se me pone la carne de gallina al recordarlo porque era la persona que también hubiera asesinado a Mexabel Lasa si en ese momento se interpone entre él y su marido. Hay una frase de Ibon Etxezarreta que resume todo esto: «yo no te he pedido nunca perdón porque lo que he hecho es imperdonable». Esto resume la deriva de cualquiera de estas personas, que por una decisión adolescente, decide matar o no porque eso es siempre un acto voluntario. Pero él hace después toda una revisión absoluta de su vida.

¿Cuál es su conclusión tras haber hablado con asesinos de todo tipo en tantas cárceles?

Que necesitas expurgar tu pecado, purificarte, y lo haces reconociendo tu culpabilidad. Pero, al igual que se les programó para matar convenciéndoles de que van a ser los libertadores del País Vasco o de la nueva Irlanda, se les puede reprogramar para todo lo contrario, si no son psicópatas.

Usted habla de la violencia del País Vasco, pero durante la Transición la violencia existía en el día a día en todo el país.

En el País Vasco era una manera de canalizar esa violencia que existía en el resto del Estado, porque veníamos de 40 años de dictadura y estábamos despertando a los albores de la democracia, pasándonos de frenada en muchas de las consideraciones de lo que realmente era la libertad o la democracia. Pero en Euskadi, toda esa rabia contenida, que se recrudeció con las reconvenciones industriales, con la propia idea de la juventud de encontrar su lugar en el mundo, se podía canalizar con una causa justa, que era la libertad de tu patria. Lo perverso que tienen las organizaciones terroristas, hacer terror para que esa sociedad convenza a los gobiernos para que les de algo. Y además porque, creen que su violencia es buena, virtuosa, porque es una reacción contra otra violencia negativa y opresora, que es la de los otros.

Como siempre, se agarran a la teoría de las dos violencias.

En el País Vasco nunca hubo dos violencias como en Irlanda del Norte, ese es un discurso que pretende vender la izquierda abertzale. Eso sí, ellos se agarran a miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado que utilizaban de manera continuada la tortura como medio policial para acabar con el terrorismo. Ese tipo de violencia a través de grupos paramilitares como los GAL generó una idea en el País Vasco de que había una violencia mala a la que oponerse con otra virtuosa. Y generaron la sensación de que la tortura se ejercía sistemáticamente y nadie pagaba por ello.

¿Cómo recuerda su entrevista con Luis Alfredo Garavito, el asesino confeso de 220 niños?

Fue probablemente la entrevista más difícil de mi vida. Es el mayor asesino en serie documentado de la historia. Es el único tipo que me ha hecho sentir que estaba ante la maldad en estado puro.

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