El último refugio de los canallas

Una obra de la dimensión artística e intelectual de La falla (Astiberri) resulta una de las opciones más inteligentes en un momento tan tenso como el que vivimos actualmente. Sobre todo porque sirve para reflexionar sobre el sinsentido que ha tenido cualquier nacionalismo en la Historia. Cuando otra miserable guerra inunda las portadas de todos los informativos ya era hora de que un par de mentes lúcidas nos demostraran, de primera mano y sobre el terreno, que los símbolos identitarios y el sentimiento de patria y pertenencia a un colectivo son, en su mayoría, una falacia con la que nos han manipulado los libros de Historia , una mentira perpetrada desde un nefasto y pernicioso sistema educativo a través de unos libros de texto que ensalzan las glorias patrias para crear una sociedad en la que ese enfermizo sentimiento de territorio se reproduzca desde la infancia en sus ciudadanos.

La guerra es, siempre, un fracaso para el género humano en si mismo. Lo es para el hombre, que pierde su condición reflexiva para convertirse en un animal instintivo e irracional, porque el que ejerce la violencia, ya sea física o psicológica, se rebaja siempre al nivel de una vulgar bestia, aunque sea un Premio Nobel, un exagente del KGB o el altruista más bondadoso.

Lo cierto es que la nueva obra de Carlos Spottorno y Guillermo Abril es un paseo por un territorio conocido como el Tirol que comparten Italia, Austria y Suiza en un género llamado fotoperiodismo, aunque en este caso debería llamase fotocómicperiodismo porque lo que hacen ambos autores es repintar y perfilar las hermosas imágenes que realizan de este territorio que, en sí mismo, es un perfecto resumen de lo que ha sido la historia de Europa.

Decía el escritor Henry James que «el patriotismo es el último recurso de los canallas» a través de su lúcido personaje Samuel Johnson. Y lo repetía posteriormente Humphrey Cobb a través del coronel Dax en Senderos de gloria. Y este viaje al epicentro del viejo continente que en Italia es conocido como Alto Adigio y en Austria como Tirol del Sur es un ejemplo claro de ello. Ya, desde el principio, ambos autores se sorprenden cuando en el museo de historia de la ciudad de Innsbruck contemplan perplejos como las estatuas de los Austrias, símbolos del imperio y la gloria española, son exhibidos como una de las aportaciones destacadas de la eficacia política y gubernamental de los centroeuropeos.

Esta ambigüedad y desengaño sale a flote cuando analizan en su contexto real la figura del patriota tirolés Andreas Hofer que luchó contra Bonaparte. O cuando descubrimos cómo murió el hombre de Öltzi, considerado el primer habitante del continente. El estilo con el que está todo narrado tiene la serenidad y el equilibrio de obras de este género como Campos de Flandes de José Luis de Juan. Por eso la lectura siempre deviene en ágil, cómoda, sutil y placentera. Imprescindible.

Otro título que llega a colación con la actualidad de este terrible mundo es Kent State, de Derf Backderf, que nos traslada a mayo de 1970 cuando la sociedad norteamericana se rebelaba por la sangría de Vietnam. Tras publicar los esenciales Basura y Mi amigo Dahmer, el autor norteamericano indaga con mayor pericia narrativa y estética en las vidas de cuatro jóvenes que murieron en la famosa manifestación de Ohio a manos de la policía. A pesar de este desenlace, ese momento fue un punto de inflexión para que Nixon fuera consciente de su error porque cuando el pueblo quiere puede incluso con un tirano autócrata.

Destacar dos obras que demuestran que las segundas partes son a veces mejores. La primera es Family Tree que nos devuelve en Semillas al mejor Jeff Lemire en un mundo apocalíptico y agobiante donde algunos humanos se transforman en árboles. Y la segunda es Invisible Kingdom que con En el límite de todo renueva la ciencia ficción volviendo a mostrar su dimensión más poética y trascendental.

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