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Ariadna GilActriz

“He intentado ser invisible toda mi vida”

“He intentado ser invisible toda mi vida”AGENCIAS

Hay poderosas razones para envidiar la suerte de Ariadna Gil (Barcelona, 1969). Un clima familiar cultural y políticamente estimulante. El Goya por Belle Epoque nada más empezar. La posibilidad de elegir papeles. El poco paripé de alfombra roja. Y la pareja —disculpa Ariadna, pero ¡es Viggo Mortensen, el Aragorn de El Señor de los Anillos—. Es el oficio el que le permite saltar (del bienestar) al drama de la violencia machista en Solo una vez, la recién estrenada película de Guillermo Ríos.

¿Sabe qué es la violencia machista?

Desde muy joven he vivido episodios muy desagradables. Comentarios, gente que me ha tocado, que me ha hecho sentir pequeña. He ido por la calle con la alerta puesta. El machismo que deriva en violencia y en sometimiento no es ajeno a ninguna mujer. Cuando sucedía no era consciente. No detectaba que fuera una agresión. Es ahora cuando me doy cuenta. Por eso este momento que vivimos me parece tan importante.

¿Cómo se blindaba cuando ocurría?

Unas veces supe defenderme y otras, no.

¿Se sumaría a un #MeToo peninsular?

Lo importante es que se hable de esto, que se sepa qué es y qué no es violencia, aprender a decir “no”. Hay que ser muy cautelosa al señalar.

Eso es miedo.

No es miedo. Es que no tengo la necesidad. Creo que lo importante es lo colectivo y aplaudir que las cosas estén cambiando. Mi hija, Violeta, va muy por delante. Su generación lo tiene clarísimo. Y si cambian ellas, cambian ellos también.

¿Hacerse mayor resulta liberador?

He intentado ser bastante invisible toda mi vida. Porque, en mi trabajo, lo importante es intentar ser otras. Lo que sí noto, pasados los 50, es esa fase en las mujeres de muchos cambios, muy sorprendentes, y los estoy disfrutando.

¿Disfrutando?

Son divertidos y muy acalorados. La menopausia es muy bestia y se habla muy poco.

En este momento, ¿qué es lo que desea?

En lo profesional, continuar en la medida de lo posible.

Se dosifica mucho, ¿no?

Estoy en pocas pelis, porque tengo menos ofertas que antes. El oficio es así.

No lo dice con angustia.

No. Los actores no somos motores, estamos a expensas de lo que nos llega. Y a mí me llega mucho teatro.

Cuando se revisa en YouTube recogiendo el Goya, en 1993, ¿a quién ve?

¡No he tecleado Ariadna Gil en YouTube en la vida! Por supervivencia o cobardía, imagino. Pero sí recuerdo perfectamente el momento.

Cuente, cuente.

Lo recuerdo a cámara lenta. Yo, pequeña, con una chaqueta de piel de serpiente que me había comprado, caminando hacia el escenario, oyendo los sonidos como si estuviera bajo el agua, y la mano de Imanol Arias tirando de mí. Fue un momento extraño. Diría que tengo las mismas ilusiones de aquella Ariadna, aunque he aprendido unas cuantas cosas.

¿Cuál, por ejemplo?

Quizá a estar más tranquila. Era muy fantasiosa, mucho. Siempre quería estar en otro sitio, ser otra, huir.

Sin ánimo psicoanalítico. ¿Sabe por qué?

No lo sé. Tuve una infancia con mucho cariño y mucho respeto. Seguramente da sentido al dedicarme a jugar a ser otra, a ir a otras épocas y lugares.

En ese ir, llegó a Alatriste, que la marcó más que Belle Epoque...

¿Alatriste?

¿En el rodaje conoció a Viggo Mortensen?

Sí, pero a nivel vital y profesional Belle Epoque fue algo irrepetible. El equipo era maravilloso y fuimos muy felices. Alatriste fue una gran producción, pero en aquel momento no cambió mi vida.

¿Diría que ha tenido más suerte en el trabajo o bien en el amor?

He tenido mucha suerte en todo. Pero muchísima. En todos los aspectos. Mi madre dice que nací con una flor en el culo.

¿Qué diría que le ha faltado?

Acción.

¿Más?

Me avergüenza convivir con el horror, dejar que pasen cosas inadmisibles como la tragedia de los refugiados, y no actuar.

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