Chucho Valdés, el fundador de Irakere -considerada la banda más importante de la historia de la música cubana en la segunda mitad del siglo XX-, llega a Canarias para presentar su último trabajo Jazz Batá 2, con el que ganó hace unas semanas el premio al mejor álbum de jazz latino de la XX edición de los Grammy Latinos. El maestro del jazz elige de este modo Canarias para ofrecer tres de los cuatro conciertos que ofrecerá en España este año.

Valdés llegará a Tenerife el próximo 21 de marzo, cuando actuará en el Teatro Leal de La Laguna. También estará, un día antes, en el Teatro Insular Víctor Fernández Gopar El Salinero de Lanzarote, y el día 22 en el Palacio de Formación y Congresos de Fuerteventura. Las entradas estarán a la venta -con un precio de entre 25 y 30 euros- próximamente en la página web de la Asociación Isla y Ritmo, www.islayritmo.com. Para los tres conciertos que ofrecerá en Canarias, que junto al que ofrecerá en Asturias son los únicos previstos en España dentro de su gira europea en 2020, el veterano músico cubano estará acompañado sobre el escenario por Dreiser Durruthy (batá y percusiones), Yaroldy Abreu (congas y percusiones) y Ramón Vázquez (contrabajo).

Jazz Batá 2 es un trabajo excepcional en el que Valdés recupera una idea que ya exploró por primera vez en 1972: un trío de piano jazz con tambores batá. Los batá son los tambores sagrados en forma de reloj de arena utilizados en la música ritual de la religión yoruba, mejor conocida como santería. Así, en este álbum hay temas como Obatalá, una suerte de minisuite que hace referencia al dios de la sabiduría y la justicia; y Ochún, reina de las aguas dulces del mundo, los arroyos, manantiales y ríos, personificando el amor y la fertilidad y que sincretiza con la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. Valdés también encuentra sitio en este trabajo para recordar a su familia con el tema 100 años de Bebo, dedicado a su padre en el centenario de su nacimiento.

Excelencia musical

Chucho Valdés nació en Cuba en 1941 y, bajo la influencia inicial de su padre, pianista y pieza clave en el desarrollo del mambo, absorbió la tradición musical clásica, así como los rasgos de la música popular cubana y del jazz norteamericano. Todo ello le otorga un sello inconfundible a su obra. Cuando tenía 16 años, ya participaba en la orquesta de su padre y pronto formó parte de la Orquesta del Teatro Musical de La Habana.

Cuando aún era muy joven creó el conjunto Chucho Valdés y su Combo y posteriormente también participó en la Orquesta Cubana de Música Moderna, un conjunto que marcó pautas en el ambiente sonoro cubano. En el año 1973 nació su agrupación insigne, Irakere. Se trata de una palabra yoruba que significa 'selva'.

Chucho y los compañeros de la macrobanda deseaban hacer una música que fusionara los ritmos afrocubanos de origen bantú, yoruba y carabalí con elementos musicales del legado universal. En aquella sonoridad se escuchaba, junto a un fraseo jazzístico de los instrumentos de viento y a los tumbaos de piano, una guitarra eléctrica procesada con pedales como el wah y el fuzz, lo que supuso una sorpresa para el público de la época. De este modo, la fórmula de orquestación ideada por Chucho marcó a las bandas cubanas que aparecieron posteriormente, en especial en lo referido al tratamiento de los metales.

El músico cubano siempre ha confesado que "todos y cada uno de los que pasamos por Irakere éramos desconocidos cuando llegamos. Irakere es un laboratorio de supermúsicos. Paquito, Sandoval, Maraca, Angá, Cortés..., Irakere está reconocido como lo que fueron los Messengers de Art Blakey o el quinteto de Davis, sitios donde la gente llega y después rompe. Es mi orgullo que se reconozca el trabajo y el aporte de treinta años de música". Chucho Valdés tiene en su haber un total de 87 discos y 33 colaboraciones en otros proyectos discográficos, así como un total de seis premios Grammy y cuatro Grammy Latinos en distintas categorías.