"Borriquito como tú", "El muerto vivo", "Una lágrima" y "Saboreando" tienen en común haber sido escritas por el fallecido Peret y haber formado parte de la banda sonora festiva de varias generaciones de españoles, desde verbenas populares a los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.

Con su guitarra "al ventilador" girando entre sus brazos y sirviendo su madera como instrumento de percusión, Peret, llevó su impronta gitana a la música y creó, a finales de los cincuenta del siglo XX y con sus amigos del barrio del Portal de Barcelona, la rumba catalana o rumba pop, que bebía del mambo y del rock and roll y que desde entonces ha hecho bailar a mayores y jóvenes por igual.

Pedro Pubill Calaf, conocido artísticamente como Peret, ha pasado a la historia musical como el "rey de la rumba catalana", e incluso "padre" de un género sinónimo de fiesta y alegría.

Este cantante, guitarrista y compositor nacido en un pequeño asentamiento gitano de Mataró el 24 de marzo de 1935, esperaba cumplir los 80 años sobre el escenario, según dijo en una entrevista con Efe el 4 de agosto de 2012 con motivo del inicio de una gira de verano, pero un cáncer de pulmón le ha impedido cumplir su sueño al causarle la muerte ayer a los 79 años.

Él mismo comunicó el pasado julio que le había sido detectado un cáncer que le obligó a bajar de los escenarios, en los cuales había permanecido 65 años y sin intención de jubilarse.

Con el mismo optimismo que derrochaba en sus letras y música afrontó el diagnóstico y el tratamiento que recibía en una clínica de Barcelona: "Por experiencia sé que una enfermedad como esta hay que afrontarla con entereza y optimismo. ¿No era acaso yo quien cantaba que es preferible reír que llorar y que así la vida se debe tomar? Pues en ello estoy", apuntó.

Peret confiaba en volver a actuar en breve para compartir con su público su primer disco cantado íntegramente en catalán, cuyo lanzamiento estaba ultimando, labor que compaginaba con la grabación de un nuevo álbum en español.

Lo que más le gustaba "en el mundo" era subirse a los escenarios, desde que lo hizo por primera vez con 12 años, en el Teatro Tívoli de Barcelona, donde se presentaron como los Hermanos Montenegro. En 1962 grabó su primer EP con "Ave María Lola", uno de los primeros éxitos en una dilatada carrera en la que siempre actuó en familia.

Según la biografía de su web, antes de que se publicara este trabajo se marcho a Montevideo y Buenos Aires para ganarse la vida como vendedor de tejidos y a su regreso se encontró con que el EP había sido un éxito y que lo buscaban para grabar un nuevo disco.

Canciones como "Belén, Belén", "Don Toribio" y, sobre todo, "Una lágrima", le coronaron como príncipe del ritmo, del baile y de la fiesta.

Llegó al mercado internacional tras revolucionar al público en 1967 en el Midem de Cannes, protagonizó películas como "El mesón del gitano" y "Si fulano fuese mengano" y compuso "Borriquito", una crítica a la invasión de la cultura anglosajona que se convirtió en uno de sus mayores éxitos mundiales.

Sólo la llamada de la fe le apartó de la música: en 1983 anunció que abandonaba su carrera para ejercer como pastor de la iglesia evangélica de Filadelfia. Pero el "hermano Pedro" dejó de creer a finales de esa década y regresó como productor del primer disco del dúo Chipén, con uno de sus ahijados al frente.

Volvió a la primera línea por la puerta grande, poniendo banda sonora y ritmo a la fiesta rumbera que clausuró la ceremonia de los Juegos Olímpicos de 1992 en su ciudad.

Grabó con artistas tan dispares como David Byrne, Amparanoia y Macaco y supo mantener entre sus seguidores a personas de distintas generaciones, llegando a actuar en 2008 en el festival Viñarock. Con su último disco publicado, "De los cobardes nunca se ha escrito nada" (2009), dejó constancia de su filosofía vital.