HASTA GANANDO se intenta desprestigiar, en una sentencia firme y unánime del Tribunal Supremo que pone fin a un calvario que desde 1993, con la responsabilidad de un montón de gente, colocaba como injusta espada de Damocles sobre la cabeza de los canarios nada menos que 101 millones de euros, que, con costas y derivaciones podían alcanzar hasta los 130.

Hubiera sido catastrófico. Hay que felicitarnos y hay que felicitar a los equipos jurídicos y a los políticos que mantuvieron el timón, porque cuando se obtiene un triunfo uno se alegra y aquí hay mucho de lo que alegrarse. Miren, por ejemplo, lo que este sietemesino colaborador decía en una columna titulada "traquita o tranquita" en 2008:

"Traca traca, traca quita, lo que se da no se quita. Para que tenga una idea, es la piedra que recubre el edificio Central de Caja Canarias en la capital tinerfeña o el Auditorio Alfredo Kraus en Las Palmas. Vaya y tóquela, por favor. Qué bonita, la traquita.

Procede de una cantera sobre la que Rafael Bittini obtuvo un primer permiso de investigación minera en 1982 para los dos pitones (Tindaya y Tebeto) y posteriormente la concesión de explotación sobre Tindaya. Se pretendía compatibilizar con el medio una industria de transformación de piedra -como la que existe, encajada con una fuerte actividad turística, en la Toscana (Italia) con más de 30 explotaciones dedicadas a la fabricación del mármol de Carrara-, fundando una empresa domiciliada fiscalmente en Moya, llamada Canteras Cabo Verde S.A. Tras quince años de pleito y un largo y complicado proceso judicial basado en un teórico delito de "lucro cesante" contra el Gobierno de Canarias, que después de darle el permiso se agarró al daño producido al medio ambiente, ha obtenido del Tribunal Superior de Justicia de Canarias una sentencia millonaria en la que se condena a todos los canarios a pagar 92,3 millones de euros por daños y perjuicios y sobre la que sólo cabe un dificultoso y desesperado recurso ante el Tribunal Supremo.

El cuento puede ser titulado tranquilamente, añadiendo una letra, "tranquita", ya que parece otra derivación, en este caso pétrea, de tranque. O de traca, "tracaquita". Lo más probable, ya lo sabe usted, es que nos hayan pasado por la piedra otra vez y cueste a sus bolsillos, entre mendrugos y tornillos, lo que no tiene nombre. Es lamentable que en procesos administrativos y judiciales, con todos los vistos buenos de varias decenas de consejeros, auditores y legalistas, acaben no sólo despilfarrando una bella iniciativa -que no era lo mismo que una cantera mal hecha de áridos-, sino que incluso, y además, se entre en una pugna judicial demencial que va a acabar sangrándonos de esa manera".

¡Pues no! Hemos ganado el dificultoso y desesperado recurso y todos deberíamos estar supercontentos, hipercontentos, megacontentos… menos Rafael Bittini, por supuesto, que tiene que tener un empute tremendo y quizás los miembros del Tribunal Superior de Justicia de Canarias que a lo peor en su profesionalidad fueron más papistas que el papa quedando desautorizados en el fallo.

Curiosamente, lo que se observa es que algunos políticos y partidos meten ahora codazos para salir destacados en una foto "finish" en la que "hoy" solo podemos figurar usted y yo. Un poquito de vergüenza.

Habrá que hacer balance de aciertos y equivocaciones, "of course", pero más que con la idea de ponerse o quitarse medallitas tontas, de aprender y de no cometer errores tan de bulto a futuro. Ante la cada vez mayor complejidad de los asuntos conviene ir con los pies de plomo, asesorados por profesionales de consenso, apolíticos y expertos en derecho, que por encima de los dimes y diretes del gallinero cotidiano asesoren convenientemente en la gestión liderada por el grupo de gobierno de turno. Y si no, nos damos de alta en Legálitas.

Haciendo un pequeño lapsus económico en el argumento principal de "felicitación", sigo pensando que en las Islas podríamos aceptar unas cuantas explotaciones de piedra cara, bien controlada y en sitios correctos, que a diferencia del desastre del siglo pasado con extracciones incontroladas y bocados desastrosos en cualquier sitio, puedan aportar ingresos y rentabilidad a la economía de las Islas. Aportar y aportar, sin fastidiar.

Yo terminaba aquel artículo del 2008 con: "A comer traquita o tracaquita, con "tranquilmacin" señoras y caballeros".

Pues ahora que se la coma él.