Sabor a tradición

Día de locos ayer en mi Cantina. Igual que ocurre en la calle, el follón de día se mezcló con el de tarde y éste, con el de la noche y, cuando miré el reloj, era ya de madrugada. Y justo cuando iba a cerrar aparece Paco el piojo, un amigo de la infancia que nunca se olvida que, tal día como hoy, toca cerrar mi negocio. Cerrar un domingo de piñata con el Piojo echándome una mano, es ya una tradición.

Casi sin pensarlo, nos liamos a limpiar calderos, a cargar cajas y a vaciar botelleros, todo ello mientras sonaba la maravillosa adaptación que hizo para su orquesta mi amigo Cacú, al versionar con letra chicharrera el Credo gaditano del malogrado autor Juan Carlos Aragón; sencillamente magistral. Y luego sonó Santa Cruz en Carnaval, la obra maestra de Agustín Ramos con letra de Delfín Yeste que, en esta edición, cumple cincuenta años y que es ya nuestro himno del carnaval. Y con él, y con la tristeza que todo cierre provoca, continuamos la faena hasta dejarlo todo como los chorros del oro que diría mi viejita quien, por cierto, gozará de su merecido descanso después de casi un mes y medio en el que no paró de rellenar garbanzas para mi cantina. A ella le debo gran parte del éxito de mi negocio.

Y cerrada ya la puerta, invité al Piojo a dar una vuelta por la Plaza del Príncipe a ver el desfile de coches antiguos y a escuchar a la FUFA, y a La Zarzuela, en uno de esos días que tiene nuestro carnaval con aroma de antaño, pensando ya en la próxima edición de la fiesta en la que volveré a abrir una cantina que, después de doce años, tiene ya sabor a tradición.