Carnavales sin gastronomía propia

En el menú actual, la comida rápida se impone en quioscos, bares y puestos ambulantes en lo que representa una amorfa y desordenada ‘cabalgata’ de sabores

Un puesto de comida en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife

Un puesto de comida en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife / El Día

Sergio Lojendio

Sergio Lojendio

Esos estereotipos que hablan de una cocina característica de estas fechas solo se sirven ya en la antigua literatura o bien hacen eterna digestión en la memoria y la nostalgia de las personas de avanzada edad. Ya quedaron en el olvido el arroz con leche, las hojuelas o hijuelas, las sopas de tomate, los buñuelos, las tortillas de Carnaval o los famosos huevos moles del Hotel Camacho.

La etimología de la palabra Carnaval (carne-levare) ya de por sí alimenta esa relación directa entre la fiesta y el consumo de alimentos, pero esos estereotipos que hablan de una gastronomía propia, característica de estas fechas, solo se sirven ya en la antigua literatura o bien hacen eterna digestión en la memoria y la nostalgia de las personas de avanzada edad.

Con el fenómeno de la globalización, la fiesta de la máscara ha ganado en proyección e imagen exterior –sin ningún género de dudas–, pero lo ha hecho a costa de una progresiva y casi inevitable pérdida de identidad, una circunstancia que se hace visible y hasta se mastica en lo que se refiere a lo culinario. Y es que con el paso de los años se han adelgazado las buenas costumbres y los hábitos cristianos, dirán algunos.

Durante siglos, el Carnaval representó una válvula de escape para aquella sociedad mundana que se preparaba para sufrir los rigores de las abstinencias y ayunos que estaban por venir con la Cuaresma y la Semana Santa. Ciertamente, el clero solía hacer la vista gorda con respecto a los excesos carnales, en el más amplio sentido de la palabra, no en vano ya se encargaría después la Santa Madre Iglesia de velar por el cumplimiento de las normas y evitar el consumo de carnes –frescas o no–, y quizá por eso, durante el tiempo de Carnaval se permitía que los fieles se pusieran sencillamente ciegos; ya llegaría la dura penitencia.

Las populares matanzas de cerdos habían finalizado con la fecha de la onomástica de San Martín, el 11 de noviembre, y con el calendario en la mano, contando los días y las noches y durante los dos meses siguientes, aquellos ordenados vigilantes de nuestras pecaminosas almas velarían por evitar que cayéramos en la tentación, por lo que al vulgo no le quedaba otra que aprovechar la licencia que ofrecía esa semana pagana.

Hubo un tiempo donde en las casas privilegiadas se servía jamón, repostería, vinos de Rioja, licores y hasta campán francés; el vulgo se contentaba con algo de queso y vino ‘peleón’

A día de hoy ya nada de esto tiene el más mínimo sentido, porque ni son los sermones de los curas –cada vez menos influyentes–, ni tampoco el recato y la contrición que postulan la Cuaresma los que marcan la pauta vital. No hay más razón que el libre albedrío y el bolsillo, los modernos dogmas que pueden impedir comerse un bocata de cerdo y atiborrase con todo tipo de grasas y productos procesados o beberse hasta el agua de los jarrones, eso o el control del inflexible endocrino midiendo los niveles del colesterol malo.

Algunos antropólogos sostienen que actos como la comensalidad y la comida en común consolidan y cohesionan las relaciones comunitarias, que también representan un refuerzo del prestigio y el estatus social. Al menos hasta la década de los años setenta del pasado siglo, era costumbre en Santa Cruz de Tenerife convidar a la mesa y se entiende, de una parte, porque no existían muchos bares, además de que la población y la afluencia de visitantes a la fiesta eran sensiblememte menores a las de ahora, y de otra, por el hecho de que las familias burguesas de la capital rivalizaban por acaparar el mayor protagonismo. Hoy eso sería impensable.

En aquel contexto vecinal alcanzaron renombre las viandas que ofrecía doña Amparo Sansón, quien abría de par en par las puertas de su casa en Santa Cruz nada menos que desde el sábado de Carnaval hasta el Domingo de Piñata. Eran auténticos asaltos: la gente saludaba, entraba, se divertía, comía y bebía lo que le apetecía e incluso había quienes vencidos por el cansancio, además de por el sueño y los vapores etílicos, se echaban a dormir en el suelo hasta el día siguiente, tal y como refiere Carlos García.

Según precisa el estudioso Marcos Pérez, durante estas fiestas existía en las casas santacruceras un menú adecuado a los posibles de cada familia. Las privilegiadas servían jamón; repostería (gato moka o huevos moles); vinos de Rioja, licores como el anisado Marie Brizzard y hasta nada menos que champán francés, el Möet Chandon, malvasías o vinos de Tea palmeros. En las más humildes había lugar para algo de queso y vino peleón, a granel, traído en garrafones desde bodegas de La Matanza o bien de Icod.

En el recetario existen elaboraciones de la repostería tradicional canaria que sin ser estrictamente carnavaleras, sí se cocinaban y degustaban en estas fiestas. Es el caso del arroz con leche –que describe el aristócrata Juan Primo de la Guerra, vizconde del Buen Paso, en su Diario (1808-1810)– las denominadas hojuelas o hijuelas, dulces de hojaldre; las sopas de miel, típicas de La Palma y que se fueron extendiendo al resto de las Islas; las torrijas, las rebanadas de leche o rebanadas de Carnaval, y las tortillas de Carnaval; los buñelos, además de los tentadores huevos moles, como los famosos del Hotel Camacho, ubicado al comienzo de la calle de San Francisco, todo regado con las mistelas.

El menú actual es otro bien distinto. Así, la comida rápida se impone en quioscos, bares y puestos ambulantes en una amorfa y desordenada cabalgata de sabores, donde bocadillos de todo pelaje conviven junto a sandwiches planchados y con ingredientes disfrazados; perritos calientes bañados en salsas industriales; churros sumergidos en aceites de naturaleza desconocida y bebidas alcohólicas de dudosa calidad, servidas en vasos de plástico, y en algunos casos hasta adulteradas, aunque ya se sabe que de noche, todos los gatos son pardos.

Pero no es exclusivo de Santa Cruz. Hay estudiosos que afirman que el Carnaval de Cádiz no tiene gastronomía propia, ni siquiera tradicional. Oneto, en su libro Sabor a Carnaval, parte de esa premisa, si bien subraya la presencia de «una serie de platos que se consumen especialmente esos días muy relacionados con la gastronomía de la ciudad», donde algunas peñas han inventado en los últimos veinte años nuevas costumbres. A propósito, Julio de la Torre Fernández-Trujillo se pregunta en su trabajo sobre el Carnaval de Cádiz: «¿Cuándo, como ahora, han visto ustedes en todas las ferias y fiestas más kioscos de hamburguesas, perritos calientes, baguettes, gofres, etc., y menos de papas fritas de perol y piñonates?», para terminar concluyendo: «Gastronómicamente hablando, la fiesta ha dado un giro comercial peligroso para nuestros estómagos».

Y en Cádiz se come por la cara

La pestiñada

Se trata de un evento multitudinario donde comer pestiños es sólo la excusa para reunirse, salir a la calle y escuchar las primeras guitarras, bandurrias y cajas. Hay para todo el mundo y gratis. Entre los asistentes se repartirán 10.000 pestiños, regados con 120 litros de anís. El acto gastronómico también contará con las actuaciones de La tropa del 3x4, Sal de coplas, Antología Jesús Cruz y Zeus Marín, Los cleriguillos y Los de la arritmia al 3x4. El pestiño es un dulce típico de la Navidad elaborado con harina, levadura, sal, vino de Jerez, aceite de oliva y ajonjolí. La degustación gratuita de este manjar ya va acompañada de los primeros compases, casi siempre recordando coplas de años anteriores y algunas del propio Carnaval 2024.

Ostoniada

La ostionada se celebrará el domingo, 28 de enero. En la Ostioná o también Ostionada se degustarán alrededor de unos 5.000 ostiones, junto a pimientos asados, manzanilla de Sanlúcar y cerveza. El protagonista s el ostión, un molusco parecido a la ostra pero con un sabor más intenso y que, además del erizo, es un fruto de la mar típico de la ciudad de Cádiz. Se consume crudo con unas gotitas de limón. Tras soportar largas colas para obtener este manjar de la gastronomía gaditana que se acompaña con cerveza, vino fino, manzanilla o moscatel, el público se queda a escuchar las coplas.

Gambada popular

La Peña Carnavalesca La Tertulia de Doña Frasquita celebra la XXIII Gambada Solidaria Popular, en la Peña La Perla de Cádiz, a beneficio de la Fundación Benéfica Virgen de Valvanuz y la Asociación Democrática de Pensionistas de Cádiz. La gamba es uno de los mariscos más populares de la bahía gaditana.

Erizada

La XXXII Erizada tendrá lugar este domingo, 4 de febrero, en pleno barrio de La Viña. El éxito de las primeras ediciones obligó a cambiar de ubicación el acto gastronómico en sí. En 1980, la sede de la peña El Erizo fue el escenario elegido para la Erizada, pero la afluencia de público fue tal que obligó a los organizadores a sacarla a la calle para disponer de más espacio. El erizo de mar es un marisco cubierto de púas. Se abre con un cuchillo y se come crudo. Sólo se aprovecha su carne rojiza, lo que hay que hacer con sumo cuidado. Su sabor es intenso y sabroso. Se repartirán alrededor de 2.500 kg de erizos gratuitos.

Tomatada

El lunes 12 de febrero, a las 13:00 y en el Patio Medieval del barrio más antiguo de Cádiz, El Pópulo, tendrá lugar la Tomatada popular que organizan la Asociación de Vecinos del Pópulo y San Juan Los Tres Arcos. Ese lunes de resaca se ofrece una exquisita sopa de tomate en el mismo corazón del barrio, con actuaciones de grupos de charangas callejeras y romanceros. Degustación curativa después del fin de semana de exceso de alcohol y del cansancio...

Papas aliñás

Se celebrará el sábado, 17 de febrero, a partir de las 13:00, acto organizado por la Asociación de Vecinos Las Tres Torres en el Barrio de Santa María. Las papas aliñás son uno de los bocados más populares por su sencillez y buen resultado. Se preparan a base de papas, cebollas o cebolletas, perejil e ingredientes básicos como aceite, vinagre y sal. 

Tortillada de camarones

La cita está prevista para el sábado 17 de febrero, a partir de las 13.00. La Asociación de Vecinos Campo de la Aviación (Ronda de Vigilancia) repartirá las deliciosas tortillitas de camarones regadas con cerveza.

Migas extremeñas

La Casa de Extremadura en Cádiz celebrará el 17 de febrero, desde las 13:30, la XXVII Degustación de migas, a base de pan, ajo, aceite de oliva virgen extra, panceta y pimentón de La Vera. Para su elaboración, 100 kilos de pan y 120 de productos.

Panizada

Programada para el sábado, 17 de febrero, a las 21:00, con la degustación gratuita de panizas, elaboradas a base de harina de garbanzo. En esta celebración se otorga la paniza de oro a un personaje destacado.

Frito gaditano

El acto lo organiza la Peña La Estrella y tendrá lugar el 18 de febrero, domingo de Piñata, a las 13:00 en la Plaza Candelaria. Además de la degustación de diferentes especialidades del típico pescaíto frito, se servirán también cerveza y manzanilla.

Pinchada popular

Se celebrará el domingo 18 de febrero, a partir de las 13:00, en la Plaza del Mentidero con el reparto gratuito de pinchitos y manzanilla.

Berza carnavalesca

Para el Domingo de Piñata, 18 de febrero, a partir de las 13.00 en la Asociación de Vecinos Murallas San Carlos. Plaza de España (La Negrita).