¿Sabía que el teatro Guimerá se inauguró el 26 de enero de 1851 y el 8 de marzo de ese año se celebró el primer baile de Carnaval? La Biblioteca Municipal expone documentos de la historia de la fiesta, como el primer programa de la fiesta de Santa Cruz, de 1933; o del primer Entierro de la Sardina, en 1900.

En las entrañas del TEA se descubre la Biblioteca Municipal de la capital tinerfeña, que disfruta del remanso de paz propio de un enclave de estas características; a mitad de camino de altares de la fiesta donde cada febrero –cuando el Covid lo permitía– reinaba el bullicio, en especial la plaza de España y su cuadrilátero festivo, desde 2017, la Casa del Carnaval que nació para presentar, en especial a los visitantes, la idiosincrasia de una fiesta participada y protagonizada por el pueblo de Santa Cruz; en su escaparate se muestran los trajes de los grupos ganadores de las diferentes modalidades: murgas, comparsas, rondallas, agrupaciones musicales... así como protagonistas y personajes de la fiesta que han hecho grande el Carnaval y, por ende, el nombre de Santa Cruz de Tenerife.

Bajo la dirección de Francisco Sáenz de la Cruz, y en esta etapa con el ímpetu y la ilusión de la concejala de Cultura, Gladis de León, la Biblioteca Municipal celebra su segunda exposición dedicada al Carnaval; la primera tuvo lugar en febrero de 2019 y se dedicó a “la historia de la fiesta a través de sus documentos, 1782 -1977”. En esta ocasión, la cita es con “Los escenarios del Carnaval: El Teatro Guimerá, 1851-1984”.

Fundamental aportación para la historia, y la ciudad, el trabajo que desarrollan las responsables del fondo antiguo de la Biblioteca Municipal, Mercedes Amador Monteverde y María del Carmen Mendoza Bencomo, que han contado con la colaboración de Elsa González Tabares, que ha facilitado su montaje.

En la segunda experiencia de estas características, la Biblioteca Municipal aprovecha el 170 aniversario que se acaba de celebrar de la inauguración del teatro Guimerá para mostrar oro molido tanto en la llamada Vitrina Fundación, heredada de las antiguas instalaciones junto a la plaza del Príncipe, como en vitrinas que atesoran y exponen la evolución de la fiesta de la máscara.

La muestra abarca desde 1851, año de la inauguración del teatro Guimerá –entonces, teatro Municipal–, hasta 1984, cuando se celebró en la bombonera chicharrera la última gala de elección de la reina del Carnaval, en 1984. Después ya comenzaría el ciclo de las elecciones por la plaza de toros, plaza de España, recinto ferial y hasta una incursión en los aparcamientos del Parque Marítimo.

Sin salir del TEA, con el magistral asesoramiento de Mercedes Amador Monteverde y María del Carmen Mendoza Bencomo, es una delicia ver desde los planos que se exponen del proyecto de Manuel de Oraá para la construcción del teatro Municipal que vendría a sustituir al antiguo convento de Santo Domingo, después de que se recomendara su demolición por el mal estado que presentaba.

Curioso: el Carnaval se celebra en el teatro que se levanta en el antiguo convento de Santo Domingo; pero más llamativo es ver la vocación festiva del enclave; no se puede decir que se construyera el teatro Guimerá para el Carnaval, pero sí que desde sus primeras ediciones albergó fiestas de la época. Sirva como ejemplo que el teatro abre sus puertas el 26 de enero de 1851 y el primer baile se celebraría el 8 de marzo del mismo año de su apertura.

También se tiene conocimiento de la aprobación de los reglamentos que rigieron el teatro Guimerá, y obra en poder de la Biblioteca Municipal que tiene su sede en el TEA las normas que se aplicaron en 1914.

Entre las joyas, y gracias a la tenacidad y buen hacer del conserje del teatro Guimerá que desde 1933 hasta 1960 tuvo la santa paciencia de dejar por escrito –tanto él, como con la colaboración de otros trabajadores, dado que cambia la caligrafía– de cuantos actos se desarrollaban en el teatro Guimerá, apuntes que permiten descubrir, por ejemplo, el “fin de Carnaval”, como sentenciaba después de cada edición.

Otra de las joyas para los amantes de la historia: la primera publicación Barreno y... fuego, que data de 1909, o el primer programa del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, que se conserva, del año 1933; la incluso un documento que avala que en 1900 ya se celebró en la capital tinerfeña el Entierro de la Sardina, que luego que suspendería para recuperarse en 1979 de la mano de la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá, siendo entonces gobernador civil el recordado Luis Mardones Sevilla.

Junto al programa del Carnaval de 1933, con ilustraciones de Rinaldi, también se exponen en las vitrinas de la Biblioteca Municipal las publicaciones del desaparecido periódico La Tarde, y todo incluso sazonado con algunos disfraces de Los Fregolinos, gracias a Tomás Peraza, que fuera funcionario de la Biblioteca Municipal y chófer de la Biblioguagua que recorría los barrios de la capital y prestó parte de su fantasía, o alguna fantasía facilitada por Juan Garrancho, en activo en el templo de la historia y que estuvo en la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá, entre otros grupos de la fiesta.

Las vitrinas incluyen referencias a los años 1969 así como a la prensa de 1977, cuando oficialmente el Carnaval pasó a tomar esta denominación de forma oficial, con el beneplácito de la autoridad competente, quitándose la máscara de Fiestas de Invierno.

Con orgullo y a sabiendas del legado que custodian, el director de la Biblioteca Municipal, Francisco Sáenz de la Cruz, alardea de los 8.000 fondos antiguos canarios, en general, que atesora este centro de referencia para investigadores tanto locales como internacionales que, en la era digital, se ha abierto. “Ahora lo importante es conservar y difundir”, objetivo que hasta que irrumpió la era tecnológica parecían antagónicas pero que ahora van de la mano gracias a las herramientas digitales, con la vista puesta de un repositorio digital que amplíe la oferta documental.

Hasta el próximo 10 de marzo se puede visitar esta muestra en la Biblioteca Municipal y leer desde la primera prohibición del Carnaval, que se remonta a 1784, o el libreto de la primera murga, entonces comparsas. Una cita para presumir de ADN de Carnaval.