Hay clientes de mi cantina con los que, al echar una conversa, siempre me da la sensación de que el mundo se para. Es lo que me ocurre cada vez que viene a verme mi amigo Ramón Guimerá, gran carnavalero y mejor persona. Ramón es un libro abierto y sentarse a hablar con él a degustar unas garbanzas de las de mi madre es uno de esos placeres que te da la vida de vez en cuando.

Como buen historiador, Guimerá es un nostálgico del Carnaval y anoche lo puso de manifiesto cuando, entre cuarta y cuarta, comentamos la iniciativa que baraja el concejal de llevar este año la fiesta a algunos de los barrios de la ciudad. La noticia nos alegró enormemente, y no solo a los dos, sino a todos los clientes de mi negocio que se han enterado y que celebran que, tal y como ocurría antaño, haya grupos que se desplacen por la periferia de la capital para llevar un trocito de la fiesta a todos aquellos vecinos que, sea por la razón que sea, no se pueden desplazar al centro a disfrutar de los grupos. Pero como todo en la vida, mientras hay clientes que aplauden tal decisión, porque se trata de una gran idea, otros son un tanto escépticos porque saben que hoy en día lo que prima es la comodidad y el poco esfuerzo; y es por eso que el temor es que, ante las pegas que puedan poner los grupos para hacer pequeñas "giras artísticas" por los barrios, la idea fracase y pase a formar parte del baúl de los recuerdos carnavaleros, lo que sería una pena.

Ramón, que afirma con rotundidad que es lo que, especialmente las murgas, hacían hace ya muchos años, ha acabado contagiándome de su entusiasmo con la idea. Es más, nos agradaría que no solo se lleve a cabo en Ofra y La Salud sino que se amplíe a otras zonas del resto de distritos de la ciudad, desde San Andrés y María Jiménez hasta La Gallega o Barranco Grande. Ojalá que, al igual que asistimos en la edición del 2008 a la recuperación del Carnaval de Día, lo estemos haciendo ahora al renacimiento de una nueva faceta de nuestra fiesta que sería conocida como "el Carnaval de los barrios".