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Perenquén, perenquén

Qué alegría me llevé anoche al ver entrar a mi amigo Atabi. El hombre venía reventado porque fue ayer cuando la empresa donde trabaja, Alkur, pudo empezar a montar el escenario y ya van mal de tiempo

Perenquén, perenquén

Que alegría me llevé anoche al ver entrar a mi amigo Atabi. El hombre venía reventado porque fue ayer cuando la empresa donde trabaja, Alkur, pudo empezar a montar el escenario y ya van mal de tiempo. Tanto es así que el Kuki les ha dicho que tendrán que trabajar mañana, tarde y noche para llegar en fecha. Pero, bueno, no hay cansancio que un buen plato de garbanzas de las de mi madre no pueda aliviar..., y por eso no dudó en pasar a verme.

Me hizo gracia la solución que me aportó Atabi para acabar con la amenaza de los vecinos del centro de acudir a la vía judicial para paralizar la celebración del Carnaval en la calle. ¡¡Yo montaría un escenario en la puerta de la casa y así se piran pal sur!! ..., me espetó el muy bruto entre cuchara y cuchara. El caso es que lo comentamos nosotros, y muchos de mis clientes también; el problema del ruido en carnavales tiene muy difícil solución. Hay quien dice, y no les falta razón, que la ley establece el derecho al descanso y también hay quien mantiene, y tampoco miente, que el Carnaval estaba allí mucho antes de que ellos llegasen. Es como si nos comprásemos un apartamento en el sur, en primera línea de playa, pero pidamos que nos quiten el mar porque nos molesta el ruido de las olas. Este es de esos temas que ponen al concejal entre la espada y la pared: si mantienes el nivel de la música, los de la asociación de vecinos El Perenquén te llevan al juzgado y si bajas los decibelios, los carnavaleros te ponen a caer de un burro. Mal asunto.

Otra solución podría ser sentar a la presidenta de la asociación en mi cantina, jartarla a garbanzas y a vino de Ravelo, ponerle una peluca y una pajarita y verás qué pronto se olvida de la escandalera, cosa que igual agradece, porque se están convirtiendo en los malos de una película que todos hemos visto y que nadie quiere ver. El caso es que la fama ya la están cogiendo entre los carnavaleros; basta escuchar a los clientes de mi cantina cuando, para evitar los malos augurios, en vez de decir eso tan nuestro de "lagarto, lagarto", ya te dicen "perenquén, perenquén".

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