El suelo de Canarias está en riesgo. La localización del Archipiélago, las condiciones específicas de su clima, –poco lluvioso, con escorrentías y vientos fuertes–, agravado por los efectos del cambio climático y la alta densidad poblacional hacen que las Islas deban de poner cuidado en la conservación de su suelo, un trabajo en el que el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA), adscrito a la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca del Gobierno de Canarias, está enfocado desde hace décadas.

La investigadora y directora científica del ICIA, María del Carmen Jaizme, explica que la degradación del suelo tiene múltiples condicionantes, pero sin duda, la acción humana es el que tiene una mayor incidencia. «La deforestación, la sobre explotación de los acuíferos, el riego con agua de mala calidad, la intensificación del pastoreo o la incidencia del cambio climático hacen que la capa de suelo fértil se vaya perdiendo», algo que acaba convirtiendo el terreno en poco productivo.

Se debe recordar, –especialmente hoy cuando se conmemora el Día Internacional de la Conservación del Suelo–, que más de la mitad del suelo de Canarias está en riesgo de desertización, algo que no solo afecta a las producciones agrarias, sino a todos los ecosistemas, animales y plantas del Archipiélago. Por lo que Jaizme indica que si bien la regeneración del suelo es importante para cualquier territorio, lo es más para Canarias porque está expuesta a muchos de los condicionantes que provocan esta degradación.

Aunque la investigadora indica que hay suelos degradados que son irrecuperables, existen muchos trabajos que se pueden llevar a cabo para tratar de regenerar aquellos que todavía pueden rescatarse. Ya desde la década de los 80, el ICIA está enfocado en tratar de revertir el proceso en muchos puntos del Archipiélago. «En aquel momento los suelos estaban muy deteriorados por la intensificación de la agricultura y el agua de baja calidad», señala. Y desde ese momento se ponen en marcha varios proyectos para «tratar de mejorar la salud del suelo». Iniciativas como el control de enfermedades y otras líneas para el control biológico de insectos son solo algunos de los proyectos que forman parte del trabajo multidisciplinar que aborda esta problemática en las Islas.

«Lo primero que tenemos que hacer para regenerar un suelo es preguntarnos cómo se perdió, para poder elaborar un diagnóstico de la situación», detalla Jaizme. Tras esto, la labor de los expertos es tratar de recuperar la actividad microbiana y trabajar para que vuelva a haber materia orgánica. «Tenemos que cambiar el chip, el suelo es un ser vivo, que nace, se desarrolla y puede morir», valora.

Uno de los últimos proyectos presentados por el ICIA es el denominado Vercochar, basado en aumentar la capacidad de adaptación al cambio climático de los sistemas agrícolas y forestales de las Islas a través de la conservación y regeneración de los suelos degradados por la erosión, la sequía, las escorrentías o la desertificación. Para ello, se utilizan residuos orgánicos transformados, entre los que destacan el conocido como biochar, –carbón vegetal realizado por pirólisis–, con el objetivo de mejorar las propiedades que facilitan la regeneración del suelo.