No se habla mucho de ello, pero los Carnavales son cada vez más violentos e inseguros. No es solo algo vinculado al exceso de ingesta alcohólica o de drogas, o a la presencia en las calles de mucha gente y muy alterada. Tiene que ver, sobre todo, con el egoísmo que se ha instalado en las sociedades opulentas. Hace algunos años las agresiones, los abusos, los comportamientos incorrectos -incluso la mala educación-, eran recriminados por la propia población, impidiendo altercados sin necesidad de tener que recurrir a la intervención policial. Pero el compromiso de los ciudadanos, el civismo colectivo ante los abusos, las peleas o las faltas de respeto, ya no están de moda. Nos hemos vuelto más cobardes: los adultos eligen para su esparcimiento zonas acotadas alejadas del amontonamiento general, o abandonan la noche y sus enjuagues para disfrutar de un carnaval de día pacífico y familiar. Las zonas de mayor bullicio y descontrol son de los jóvenes, y el Carnaval se fragmenta en grupos de edad. La gente acude a la fiesta a divertirse, no a complicarse la vida, y la intervención deja de ser automática cuando un joven se emborracha hasta el coma, o cuando una mujer es agredida o sometida a vejaciones por un grupo de desalmados. Se espera a que resuelvan los servicios médicos o la policía. En un tiempo de hipersexualización de las conductas, de creciente ausencia de respeto a la libertad ajena o de retroceso de todos los códigos de comportamiento, aumentan las intoxicaciones, las reyertas y peleas, y también la violencia contra las mujeres.

No se dice, pero ocurre. Y cada año más. Por eso, los ayuntamientos de Santa Cruz de Tenerife, de Puerto de la Cruz, de los Realejos y de Arona, han apostado por unas fiestas más seguras para las mujeres, ofreciendo a los ciudadanos información sobre pautas a seguir en caso de ser testigos de violencia sexual. En las cuatro ciudades tinerfeñas se ha repartido folletos y hojas volanderas en donde se explicaba a los que quieren disfrutar en paz y alegría de la fiesta qué deben hacer en caso de sufrir o presenciar violencia sexual, siguiendo pautas e instrucciones establecidas por la Secretaría de Estado de Igualdad, y que quieren ayudar a que la persona agredida o que presencie una agresión sepa cómo actuar para frenarla primero y denunciarla más tarde, evitando la impunidad que a veces acompaña estos delitos. Los ayuntamientos han establecido también, para los días de mayor afluencia de gente, los denominados puntos violeta, testados con éxito en el País Vasco, y en los que -en coordinación con las policías Local y Nacional-, atienden in situ sicólogas especializadas en situaciones de crisis, que ofrecen el apoyo necesario para que las personas agredidas no se sientan solas, hasta la llegada de los servicios médicos o policiales.

La Asociación Mujeres, Solidaridad y Cooperación en Santa Cruz y la Federación de Asociaciones de Mujeres Arena y Laurisilva en el Puerto, Los Realejos y Los Cristianos, se han encargado de la formación de trabajadores municipales y Policía Local, y de crear espacios "seguros para las mujeres". Se trata de una iniciativa importante: contribuye a que todos asumamos una responsabilidad que fue de todos: preservar la convivencia y defender a los más vulnerables.