A principios de la semana pasada, el director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, nuestro ilustre José Carlos Alberto, antiguo rector lagunero, y el alcalde José Alberto Díaz colocaron al alimón una placa conmemorativa en el edificio donde se ubicaba el Jardín de Nava, para recordar a los vecinos y paseantes laguneros la antigua existencia de ese jardín del XVIII, hoy desaparecido, que fue diseñado por el pintor Luis Le Gros y cuya planta ha llegado a nosotros gracias al plano realizado por el canónigo y prebendado Antonio Pereira Pacheco. Tanto el presidente de la Real Sociedad como el alcalde, que participaron en un acto organizado para recordar el 240 aniversario de la fundación de la Real Sociedad, y al que asistieron los alumnos de Primaria del colegio Nava y Grimón, insistieron en la importancia de velar por el pasado y preservar la memoria.

Aunque no estuvieron precisamente muy finos, la verdad: el Jardín de Nava, también conocido como "del Marqués de Villanueva del Prado", en reconocimiento a su propietario, fue el lugar donde se celebraron varias sesiones de la Tertulia de Nava, y parte de las reuniones de la Junta Suprema de Canarias. Pero se le recuerda también por otras cosas: la propiedad, que había sido adquirida por Tomás de Nava en 1765, fue transformada por su hijo, Alonso de Nava y Grimón, sexto marqués de Villanueva del Prado, en un reconocido lupanar que abrió sus puertas a principios de 1820, y que se convirtió en el de más célebre nombre y recuerdo de la isla de Tenerife, por ser frecuentado por todos los notables locales. Y es que el sexto marqués gastaba mucho dinero, y entre las actividades que el hombre puso en marcha para mantener su costoso tren de vida, resultó muy próspero el burdel de Nava, al que se refiere José de Olivera, en su obra "Mi álbum", un diario interesantísimo que recoge un montón de cotilleos y chismes laguneros del siglo XIX. El diario, publicado en los años 80 por el Cabildo de Tenerife, puede hoy consultarse por internet. Si cualquiera de los dos Albertos -el exrector o el alcalde- lo hubieran hecho, sabrían por Olivera que tras ubicarse en ese lugar las oficinas de la Junta y desarrollarse allí parte de sus sesiones, "se formó de él una casa privada de recreo, con juego de billar, etc. Luego se convirtió en una logia de orgías; los forasteros se refugiaban a él, donde se alojaban y se reunían, para pasar días de solaz y, sobre todo, fue templo de la diosa del Placer, de la Venus popular, en cuyas aras iban a celebrar sus sacrificios no pocas personas de alto tono, sin que pueda exceptuarme de haber sido atraído allí muchas veces por algunas cistóforas de la deidad."

Ahora, a la mancebía de Nava le han puesto su placa y todo. Va a ser cierto el dicho que asegura que el paso del tiempo convierte en honorables a los viejos edificios, a los hombres públicos y a las mujeres de mal vivir. Supongo que si el sexto marqués se hubiera levantado de su tumba, se habría muerto de nuevo de risa al escuchar al exrector y al actual alcalde santificando cívicamente para la posteridad, y en presencia de un coro de angelicales niños de Primaria, el lugar donde estuvo la casa de putas más conocida de la historia de Canarias.