Entre un paisaje reinado por llanuras de verdes praderas, a pocos kilómetros de Newcastle, se erige la pequeña ciudad de Durham, una de las joyas escondidas del noreste de Inglaterra. El hecho de estar situada en una pequeña península que se adentra sobre el río Wear, el encanto medieval que todavía conserva su entorno urbanístico y la notable vida que impregna sus calles son sus principales señas de identidad.

Hablar de Durham es hablar de historia y de cultura, ya que cuenta con una amplia oferta de galerías y museos de arte contemporáneo. Además es la sede de la famosa universidad (que lleva su nombre), la tercera más antigua del país junto con las míticas Oxford y Cambridge. Con una población flotante de en torno a 16.000 estudiantes al año (sobre 22.000 que es el total de habitantes), el ambiente en el núcleo histórico es el de cualquier ciudad universitaria, muchos jóvenes, varios locales donde degustar una buena comida (a precios asequibles) y una divertida vida nocturna.

Sin embargo, pese a que la institución universitaria tiene un enorme peso en el ritmo vital de la ciudad, lo que más destaca en el plano arquitectónico es la Catedral de Durham. Considerada como el edificio que mejor muestra la arquitectura normanda en el continente europeo (fue designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986). Si ya de por sí es espectacular en cuanto a la fachada se refiere, el interior de la catedral es realmente una obra de arte. Además, cuenta con un diseño interior que le proporciona una acústica privilegiada, por lo que son varios los coros que ensayan en la misma.

Otro de los edificios emblemáticos es el Castillo de Durham, que se levanta justa al lado de la catedral. En la actualidad, las instalaciones de este viejo edificio normando son usadas por la universidad como alojamiento para estudiantes.

Siguiendo con el recorrido, cabe destacar la sede del ayuntamiento local, que se encuentra oculto en el corazón de la ciudad. Tras su fachada de cristal, los visitantes pueden encontrar una sala principal, usada anteriormente como Sala de Plenos, pero que ahora cumple funciones de sala de recepción de diferentes eventos y actividades, que se caracteriza por sus techos trabajados en madera y una maravillosa cristalería cromada.

Una de las principales actividades turísticas consiste en el recorrido en barco a través del río Wear y que rodea la península donde se levanta Durham. Durante unos 45 minutos, se puede tener una visión única y panorámica tanto de la ciudad como de los paseos a lo largo de la ribera donde los residentes practican deporte o simplemente disfrutan de los numerosos bucólicos emplazamientos que se ofrecen para el ocio.

Asimismo, se puede ver de cerca los cinco puentes que mantienen comunicado el casco histórico con las afueras de la localidad. El trayecto se realiza a bordo del crucero Prince Bishop, que puede transportar a un total de 150 pasajeros, y cuenta con una guía que aporta datos sobre la historia local como de los recursos naturales.

En lo que a la oferta gastronómica se refiere, es justo decir que se pueden encontrar todo tipo de locales de restauración especializados en diferentes comidas internacionales. No obstante, destaca sobre manera el Oldfields Eating House, que ofrece una carta basada en la comida inglesa tradicional y que trabaja con el concepto de tapas, por lo que, al igual que en España, se puede degustar un amplio abanico de platos y a un precio asequible.

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