U n jueves cualquiera en una calle del entorno de La Salle. A media mañana, el sonido sorprende a unos, retrotrae a su infancia a otros y a algunos, incluso, los inquieta. Sale de la zampoña, ese característico silbato del afilador. Santiago lo lleva en la sangre porque este cubano es la tercera generación de protagonistas de este oficio ancestral. Antes lo fue su abuelo -gallego de Orense-, Ramón, y también su padre, otro Santiago. Puede, explica, "que algún antepasado lo fuera antes pero lo ignoro". En 2011 se trajo desde su Cuba natal la rueca artesanal a la que todavía da pedales para afilar los cuchillos y las tijeras como las que le trajeron ayer los vecinos de la zona arremolinados a su alrededor.

"Vivo en el centro de Santa Cruz -explica este hombretón de 48 años- y me muevo en tranvía por la ciudad, Taco, La Cuesta o La Laguna. Suelo subir una vez al mes desde La Recova hacia las calles cercanas y la clientela es casi toda fija". Cuenta cómo accede "con todo el material" al metro ligero: "Lo ato con el cinturón como si fuera una bicicleta y tranvía para arriba y tranvía para abajo. En mi opinión que llegue hasta Los Majuelos, sin entrar en otras cosas".

Santi, como lo llaman, atrae a la gente. "Me dicen de todo, sobre todo los mujeres, que se pegan como chicles. A lo mejor porque soy guapo (se ríe). A veces, cuando oyen la zampoña (el silbato característico que anuncia al afilador) piden un deseo y quieren que lo hagamos juntos y a medias. También hay quien cree que damos mala suerte pero no entro ahí. Creo en el trabajo y a otros les daré fortuna".

Piensa continuar con este "oficio para el recuerdo" mientras "dé para vivir dignamente. No te haces millonario pero tiras para adelante. Eso sí, trabajas literalmente de sol a sol porque sin luz diurna ya no es posible cumplir. Desde que llegó la crisis, nadie tira nada sino que lo reciclan y para nosotros eso es positivo, claro".

Ramón valora: "Hay afiladores en todo el mundo. En Italia, en África, en Sudamérica, en Estados Unidos... Es algo internacional y en todos lados nos precede el silbato de la zampoña. Sinceramente, yo no sé de dónde viene.".

Santiago no tiene claro el origen de su oficio pero mantiene los símbolos de la tradición más pura: delantal, sombrero, rueca, pedales y, por supuesto... zampoña.