Estaban a punto de terminar su jornada en la ladera del Teide, donde se encargan de inspeccionar y asegurar grandes rocas que puedan acabar rodando y causar una tragedia en la base. De pronto, Saúl González, Moisés Domínguez y David González recibieron una llamada del responsable de Teleférico. El mensaje fue claro. El sistema de transporte había tenido un fallo y les pidieron si podían acercarse a la que estaba a mayor altitud. Dichos empleados de la empresa de trabajo vertical V-Traverca estaban a 3.000 metros y no se lo pensaron. Empezaron a caminar. Calculan que anduvieron unos dos kilómetros. Tras más de una hora de ascenso, llegaron bajo la cabina. Empezó entonces una aventura para la que casi nadie estaba preparado. Solo su capacidad de improvisación y sentido común evitó que las consecuencias del incidente fueran mucho peores.

Tras esperar unas dos horas y media sin saber lo que pasaba con exactitud, les avisaron de que el problema no se resolvería con facilidad. A las cinco de la tarde se abrió la compuerta por la que empezaron a salir los cerca de 40 clientes de la cabina, situada a unos 35 metros de altura. Una imagen les cambió la percepción del problema al que se enfrentaban. Junto a las de una mujer adulta, vieron las piernas de una niña. Su responsabilidad era mayor. Saúl recuerda que ningún grupo de rescate había llegado a ese lugar hasta entonces. Saúl, Moisés y David portaban su equipo de autoprotección.

Los afectados de esa cabina estuvieron calmados hasta ese momento, pero en el descenso a tierra se vivieron momentos de mucha tensión. Gritos de miedo, lágrimas entre algunos rescatados. Esa primera tarea de recepcionar a turistas también incluyó dar apoyo moral y tranquilizar a los visitantes, así como "que te entiendan, te sigan y que estén juntos".

Tras bajar las 20 primeras personas, incluidas seis niños de entre 6 y 11 años, se las refugió en un pequeño saliente. La temperatura estaba a menos de tres grados, con viento. Sin que todavía hubiese llegado algún equipo profesional de rescate, decidieron iniciar el descenso de esos afectados hacia la base. Agrupar a más personas en esas condiciones, con la proximidad de la noche, hubiera sido arriesgado. Ya entonces los menores empezaban a tiritar de frío. David fue el encargado de guiarlos y, además, tuvo la valentía de cargar en brazos a una niña discapacitada que no puede andar. Y el descenso del Teide no resulta nada fácil por las inmediaciones de las torres. A veces, esas personas tuvieron que arrastrarse sentadas. Este fue el grupo que llegó hasta la caseta de la Torre 2.

El segundo grupo bajó más rápido de la cabina. Pero Saúl y Moisés seguían solos y sin emisoras. Cuando iban a empezar a descender hacia la base, vieron llegar desde la cumbre a cuatro agentes del Grupo de Rescate Especializado e Intervención en Montaña (Greim) y a un sanitario de Cruz Roja; "los únicos que llegaron allí con efectividad".

Moisés y Saúl decidieron descender también hacia la Torre 2. Como la puerta estaba cerrada con candado, debieron entrar por una ventana. Tampoco había electricidad. Tres empleados de Teleférico abrieron la puerta y conectaron la luz. En dicho recinto había mantas térmicas, botellas de agua y bastones de caminar. La labor del agente del Greim con este grupo resultó fundamental, según Saúl, David y Moisés, por sus conocimientos, su coordinación con todo el mundo y su capacidad para dar tranquilidad y escuchar a las personas.

Primeras horas de incertidumbre

Las primeras horas en la caseta de la Torre 2 estuvieron protagonizadas por la incertidumbre, el hambre y el cansancio. Saúl explica que, con el paso de las horas, la gente "nos empezaba a preguntar ¿qué vamos a hacer?". El frío era cada vez más intenso. Y, a las 21:00 horas, los afectados por el frenazo del Teleférico llevaban más de siete horas de "aventura" inesperada.

Muchos afectados no tenían ropa adecuada

Muchos de los 238 afectados por el bloqueo del sistema de transporte no llevaban ropa ni calzado adecuado para estar en el Teide, pero mucho menos para caminar por una ladera sin camino definido ni para pasar la noche a bajas temperaturas. Los trabajadores de la empresa de trabajo vertical cedieron algunas prendas de abrigo a varias personas que las necesitaban, tanto menores como adultos. Aunque eso sí, nunca llegaron a estar ellos mismos desprotegidos, pues tenían prendas de "repuesto" en sus mochilas.

La decisión de pasar la noche en la caseta

Saúl, Moisés y David explican que los primeros bomberos del Consorcio de Tenerife llegaron a la Torre 2 aproximadamente a las 21:30 horas. Inicialmente, según los mencionados trabajadores, la intención de dichos profesionales era bajar hasta la base con el citado grupo de personas. Sin embargo, tras analizar las capacidades físicas, la falta de luz, la inexistencia de camino y el cansancio de los turistas, se decidió que la opción más prudente era que esas personas pernoctaran en la caseta. No obstante, por voluntad propia, seis de ellas descendieron esa misma noche hasta la base.

La llegada de comida y el papel del Greim

Los tres empleados de V-Traverca manifiestan que fueron guardias civiles quienes subieron la primera comida y un termo con chocolate caliente. Ese abastecimiento supuso un alivio para los turistas afectados, pero también para quienes les ayudaron. Y es que, además de la tensión propia de la situación, la mayoría de las personas que se hallaban en el lugar no habían almorzado y habían caminado un trayecto difícil.

Destacada labor de los miembros del Greim

Los "rescatadores anónimos" destacan el papel clave jugado por agentes del Greim de la Guardia Civil a la hora de garantizar la seguridad de los afectados, aportar serenidad, buscar la coordinación y controlar la situación.