Javier Fernández Annunziata (Santa Cruz de Tenerife, 31-8-1987) se formó en las categorías inferiores del CD Tenerife y, a los 19 años, abandonó la disciplina blanquiazul para probar fortuna en el CA Osasuna. Jugó 93 partidos en el filial rojillo y llegó a debutar en Primera División. Fue un 15 de enero de 2011 en Villarreal. Le dio la alternativa José Antonio Camacho, aunque luego no pudo tener la continuidad que hubiera deseado. Desde entonces, su vida tiene mucho que contar hasta el presente. Y su presente se llama: Caudal Deportivo.

¿Qué tal le va en el Caudal?

La verdad es que bien. Estoy muy contento, ilusionado de nuevo, después de un año en el que no lo pasé nada bien.

¿Qué sucedió la pasada campaña?

Pasaron cosas que te hacen plantearte seguir o no en esto del fútbol.

Pero decidió seguir. Creo que Iván Ania tuvo mucho culpa.

Recibí una llamada suya en verano para convencerme de que viniera al Caudal y la verdad es que no le costó mucho. Ya lo conocía del Oviedo, en el que entrenaba al filial. Sabía su forma de entrenar y jugar. No me lo pensé y ahora no me arrepiento porque me ha permitido volver a disfrutar.

¿Qué le dijo?

Me dio la tranquilidad de contar con minutos y tener protagonismo. Y lo está cumpliendo. ¿Le digo una cosa sobre él? Tiene mucha ilusión y muchas ganas y creo que va a llegar lejos en esto de los banquillos.

¿Qué fútbol practica?

Pues le gusta el juego de ataque, pero no el combinativo para entretenerse demasiado. Quiere transiciones rápidas, que seamos muy verticales.

¿Qué destaca de su actual club?

Que tiene todo para ascender. Es un club muy familiar, pero se hacen bien las cosas y tenemos un gran grupo en el vestuario.

Claro, pero estamos hablando de la Tercera División.

Habrá quien diga que he bajado peldaños. Pero a veces hay que hacerlo para coger impulso y este es un proyecto grande. Vamos líderes, solo hemos encajado un gol. Somos bastante profesionales y por estructura y mentalidad es un Segunda B.

El camino hasta aquí habrá tenido cosas buenas y malas.

Cuando miro atrás, solo pienso en lo bonito. Me fui con 19 años, salía de Tenerife a Pamplona. Fue un reto, una experiencia enriquecedora. Me ayudó mucho Miguel Merino, también Enrique Martín. Me quedo con ese año y medio. A veces piensas en qué te puedes equivocar. Pero en realidad es la suerte de que un entrenador apueste por ti. A Mendilibar, por ejemplo, le costó dar ese paso. Y tuve que irme a Huesca, donde no jugué lo que debía para ganarme volver.

Y entonces surgió el Oviedo, un proyecto ganador pero en Segunda B.

Sí. Y no se logró el ascenso, que era el objetivo. La afición apretaba mucho y maduré un montón.

Al no ascender, remodelación profunda y usted se queda sin equipo.

Fue un verano difícil, en el que mis representantes me dejaron tirado de la noche a la mañana. Lo pasé bastante mal porque en octubre me llamó un equipo y, cuando ya iba de camino, me llaman que no se hace. Ahí sí que me planteé dejarlo.

¿Qué le ayudó a reengancharse?

Mi novia es de Asturias y decidí quedarme aquí y entrenar por mi cuenta. En enero me llamó el Langreo, pero me pasó factura ese parón de seis meses.

Ahora valorará otras cosas.

Valoro sentirme importante, ir a entrenar cada día, tener el cariño del entrenador y los compañeros. Me ha servido para madurar y para entender que hay que luchar. Ahora solo pienso en ascender con el Caudal.

Sigue siendo profesional de esto.

Vivo del fútbol. No son sueldos de Primera y Segunda, pero se está muy a gusto. Además, estoy haciendo el curso de entrenador. Aunque me quedan años de fútbol y no renuncio a nada.