La guerra contra las 'fake news'

Cuando recibes algo gratis, tú eres el producto. Una expresión popular en los años que marcaron el comienzo del reinado de las redes sociales y la mensajería instantánea. Lo que no se conocía entonces es que al utilizarlas, sus usuarios se convierten en proyectiles de una guerra que utiliza una de las municiones más sensibles y difíciles de manejar, la información.

La primera víctima de la guerra es la verdad y la desinformación en internet se ha convertido en un serio problema que empieza a combatirse con el fin de evitar que afecte a procesos democráticos como las elecciones y los referendos. El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) ha publicado el pasado 19 de febrero un informe de buenas prácticas con el fin de concienciar sobre una realidad: se está utilizando internet para manipular a los ciudadanos.

Las redes sociales y servicios de mensajería que conectan a miles de millones de personas "ha propiciado un aumento exponencial" de las técnicas de desinformación que se han incrementado en "frecuencia y eficacia". Los efectos de internet en las Primaveras Árabes fue el detonante de la Doctrina Gerasimov, que reconoce cómo los medios no militares "han excedido el poder de las armas en su eficacia". El canal de distribución que supone Facebook, Whatsapp y Twitter son las mechas de estas acciones hostiles. Para un gobierno, o institución, es muy barato generar contenidos digitales y medios online que utilicen algunos hechos ciertos para presentar hechos sorprendentes, crear miles de cuentas falsas en las redes sociales teledirigidas para propagar estos mensajes. Y lo están consiguiendo. Un 69 por ciento de los internautas reconoce su preocupación por no saber diferenciar que es cierto en internet, según un reciente estudio de la Universidad de Navarra y la Universidad de Oxford.

Existen varios frentes en esta guerra contra la desinformación. Algunos proyectos periodísticos contrastan la información política en las redes sociales, cada vez más polarizadas porque sus algoritmos provocan que solo se muestre la información que gusta. Las redes sociales están borrando millones de cuentas y mensajes que detectan como falsos pero es insuficiente. Se puede automatizar la creación de cuentas falsas que multiplican el alcance de las noticias malintencionadas y de esta forma simular que son apoyadas por multitud de personas. Es relativamente sencillo realizar composiciones fotográficas y de vídeo con malas intenciones que una vez publicadas se propagarán por sí solas. Recientemente una inteligencia artificial es capaz de generar autónomamente textos sobre un tema que parecen escritos por seres humanos. Ante este capacidad de crear y compartir cientos millones de fotografías, vídeos e historias falsas sin intervención humana, la guerra por llegar a la verdad, o al menos a los hechos ciertos, parece difícil de ganar actualmente.

Aunque el CNI ofrece un decálogo de buenas prácticas, es casi imposible que la mayoría de los ciudadanos lo lleve a la práctica por la forma de utilizar las redes sociales. Ser críticos con las imágenes que se reciben por Whatsapp y tener en cuenta quién nos remite el mensaje son las recomendaciones más accesibles.

Aunque en internet las noticias falsas finalmente se descubren, la viralidad de su transmisión y el recuerdo de una información malintencionada produce un efecto dañino que no puede ser minusvalorado. En breve se celebrarán elecciones y el resultado que genera la desinformación en la sociedad puede tardar en pagarse más de cuatro años.

Informe Desinformación en el ciberespacio del CCN-CERT (pdf).