Pra los amantes de las listas queda claro que Aretha Franklin pasará a la historia como la primera o segunda mejor cantante de nuestro tiempo. Porque, gustos musicales aparte, sólo Barbra Streisand podría arrebatarle el primer lugar. Pero a los apasionados de la música negra no les cabe duda de que es la genuina representante de un estilo que ha marcado el sonido de nuestros días.

La irrupción del jazz, gospel y blues primero y luego del soul, música disco, hip hop o el rap supuso un cambio radical que aún perdura y no ha encontrado reemplazo. Y Aretha Franklin fue precisamente la cara de esa revolución sonora. Quien escenificó en qué consistía cantar de una forma innovadora que llegó a las grandes audiencias. Que se impuso en los mercados ocupados por intérpretes blancos que emulaban a los originales negros con mejor o peor fortuna.

Rod Stewart reconoce que durante años sólo escuchaba a Sam Cooke. Mick Jagger y John Lennon citaban a Otis Redding y James Brown como sus principales influencias. Janis Joplin nunca disimuló lo evidente: quería ser Aretha Franklin y Elvis Presley aprendió a cantar escuchando a sus vecinos en un barrio obrero en el que gente de color era mayoría. Ya en nuestros días nadie parece reparar en que Amy Winehouse es un clon de Dinah Washington.

Si los intérpretes negros lo tenían crudo, ser mujer suponía una doble discriminación. Pero ella arrasó gracias a su voz atronadora y una capacidad ilimitada de interpretar todo tipo de géneros y hacer versiones rozando lo sobrenatural. Después de pasar su infancia cantando en coros de las iglesias junto con su padre, el reverendo C L. Franklin fue fichada por la CBS donde grabó una serie de discos en los que predominaban el jazz y las baladas. Una época que ha sido infravalorada pero que el tiempo está poniendo en su lugar.

Luego firmaría con Atlantic y aquí supieron sacarle su vena soul, un término que por aquellos días estaba tomando forma. Durante años encadenó toda una larga serie de éxitos: Never loved a man, Chain of fools, Say a Little Prayer, Natural Woman o Respect, un tema de Redding y que está considerada la mejor versión de todos los tiempos. Casi por obligación tocó en el Fillmore West frente a un público lleno de hippies que la adoraban pero con los que ella aseguraba que no tenía nada que ver. En el polo opuesto está Amazing Grace grabado en una iglesia y considerado un disco de gospel perfecto. Un lugar y un estilo musical en el que se sentía como en casa.

A mitad de los setenta vino una época de altibajos sentimentales, personales y comerciales. Acabó haciendo sus incursiones en la música disco serie B y fue rescatada por Arista. Durante los ochenta disfrutó de una especie de segunda juventud a base de grabar dúos con quien le pudiera dar apariencia de que seguía viva y coleando. Ella ofrecía prestigio y los otros cantantes la mantenían en las listas de éxitos. Ese era el trato.

Cuando se llega al nivel de Aretha Franklin es muy difícil envejecer. Sus últimos tiempos no fueron modélicos. El biógrafo, David Ritz la retrata como una diva que se negaba a caer en el olvido aunque para ello tuviera que inventarse bodas, someterse a operaciones estéticas de dudoso resultado o crear su propia compañía discográfica ante el desinterés de las restantes. Una voz tan portentosa no puede mantenerse intacta para siempre pero ella parecía no darse cuenta y se empeñaba en cantar en tonos que ya le estaban vetados. Carne de YouTube son los videos en los que se ven sus piques con otras compañeras de profesión como Patti Labelle.

Es responsable del oversouling, que tanto daño ha hecho en los karaokes y en los programas en los que se buscan nuevos talentos. Y que consiste en ponerse a dar gritos desde la primera nota para demostrar que se posee una portentosa voz y una pasión desatada. Pero lo cierto es que apenas a ella y a Chaka Khan, por ejemplo, la naturaleza y el buen gusto les ha permitido cantar de esa manera. La muerte de la gigantesca Franklin, como suele ocurrir, es más una cuestión sentimental que artística. Ya nadie esperaba que fuera a sacar un disco a la altura de su antiguo talento. Lo que sí supone es una prueba definitiva de que el mundo en el que hemos crecido está en pleno proceso de desaparición.