Actor de raza de cuna bonaerense, Miguel Ángel Solá (1950) asegura que su sangre es catalana. Criado en un ambiente familiar, hoy y mañana representa en el teatro Guimera -a las 20:30 horas- "Por el placer de volver a verla", una comedia nostálgica en la que comparte protagonismo con su esposa Blanca Oteyza. "El cine y la televisión son juegos de muchos; el teatro es cosa de dos: la respiración de la sala y la del escenario", comenta un intérprete que se siente "útil dentro de un teatro".

¿Su amor por las artes escénicas es una cuestión genética?

No, es una cuestión de haber probado las sensaciones que el público va nombrando con su risa y su llanto y su silencio; y, si es merecido, con su aplauso. El teatro es el público dirigiendo los pasos del actor a esa isla de "Nunca Jamás" con la que constantemente sueñan, ellos, niños perdidos, huérfanos, que pelean sin cuartel contra sus miedos, llamados Garfio.

Si tuviera la opción de elegir profesión cuatro décadas y media después de hacerse actor, ¿repetiría los mismos pasos?

No; todos estos ya los di. Caminaría de otra manera, por otros parajes. Yo no me repito, no puedo, y eso sí es genético.

En el caso de "Por el placer de volver a verla", la obra con la que llega a Tenerife, no se puede decir que los protagonistas estén poco compenetrados, ¿no?

No sé si es nuestro mejor momento personal; han sido cuatro años muy duros para la salud de ambos, pero, nuestro momento artístico sigue siendo como el del primer día. Blanca es mi compañera elegida siempre. La elijo por capaz, por luchadora, por sensible, por inteligente, por intensa, por arriesgada, por honesta y leal, por solidaria, por ilusionada; porque desde que apareció esa actriz el escenario se hizo más ancho, hondo, y libre para mí.

¿Compartir cartel con su esposa se le hace extraño?

Hemos compartido diecisiete años de nuestra vida, dos hijas, cuatro casas (la primera fue nuestra primera casa propia para ambos), una madre, cuatro hermanos, siete perros, un director, amigos, una tortuga, una chinchilla, miles de plantas, cientos de miles de flores, dos años de radio y once de teatro, televisión, cine y paisajes de dos continentes. Se me haría raro limpiar mis gafas y no ver su reflejo impreso en ellas.

¿Qué sensaciones le genera concentrar a más de 1,2 millones de espectadores en torno a una obra de teatro?

Que el teatro que elegimos -no el mejor, entiéndase, no ése bien llamado gran teatro, sino éste, sencillo, de a centavo-, es necesario para mucha gente. Despertamos su adhesión en nuestras propuestas, porque, nuestros dueños anímicos, léase la gente, festejan el pan recién hecho que siempre le ofrecemos. Y entre ese millón y medio de butacas, muchas fueron ocupadas, dos, cinco, diez veces, por una misma persona. Se siente que somos útiles al teatro.

¿Qué tiene de especial este arte escénico tan clásico para que no se rinda ante la modernidad?

El teatro, la primera de las artes vivas, es hoy, aquí, y nunca más esto que ocurrió y se sintió aquí y hoy. Cine y televisión son juegos de muchos; el teatro es cosa de dos: la respiración de la sala y la del escenario.

¿Un actor con su experiencia se siente cómodo en un escenario?

Hombre, qué pregunta más rara. Trataré de contestarla por presupuestos: a veces tengo miedo de que el cuerpo no me responda, pero, como dicen los chinos: "El miedo llama a la puerta. Tú abres. No hay nadie." Igual se sufre. Y se goza.

En 2009 protagonizó junto a Leonardo Sbaraglia "El corredor nocturno", de Gerardo Herrero, ¿Tenía ganas de volver al cine tras un paréntesis de cinco años?

No. Me convencieron Gerardo, el guión de Burel y acompañar a Sbaraglia. Y no me arrepiento, porque logramos un trabajo excepcional fuera de cámara y muy bueno dentro de ella. Y trabajar con Herrero, tipo noble e inteligente, me hizo bien.

¿El cine es más agradecido que el teatro?

No en mi caso. En teatro he llenado quinientas salas, o más, varias miles de veces en mi vida. No me ha ocurrido eso con el cine. El teatro es respirar. El cine es verte respirar en otro tiempo. No es aire que me sirva para hoy.

¿Y la televisión mucho más? Se lo digo porque algunos, los que menos acuden a los teatros, asocian su cara con series como "Unidad Central Operativa" o "Desaparecida"

Me alegro; han sido series excepcionales, y me dobla la estatura el haber formado parte de ese trabajo. Lamento que UCO fuera abortada vaya a saber por qué, y que se emitieran solamente tres capítulos. En Argentina ya han retransmitido las series completas, tres veces, triplicando la cuota de pantalla del canal estatal en cada emisión.

¿La alianza hispano-argentina, o viceversa, ha generando en los últimos años buenos resultados para el cine? ¿Se puede hablar de un modelo alternativo dentro de un ciclo convulso?

Las estructuras de esa alianza son endebles, se ha perdido mucho tiempo en los escritorios de los intereses mezquinos. Hay cuatrocientos millones y más de hispano parlantes; pero sólo hay que ver el caso que éstos hacen a nuestras pelis para ver algo no funciona. Con verdaderas alianzas, otros gallos cantarían.

¿Los problemas del cine están asociados con la crisis económica, la era tecnológica (descargas y piratería) o la falta de ideas?

No pienso en términos de cine, sino de generosidad o egoísmo. De lealtad y deslealtad. De inteligentes y necios.

¿Un actor con más de medio centenar de películas en su palmarés ya lo ha visto todo?

No. Acaba de morir un amigo que ha dejado su vida creyendo en esto como algo transformador, que ha peleado con energía y luz frente a los poderes más feos y oscuros. Y que subsistió. Hasta ayer por la tarde (por el pasado lunes), su enorme corazón dijo basta. La gente de a pie lo quería, porque, además de inteligente, era bueno; mejor dicho: por ser bueno era inteligente. Ése es un final feliz de película que nadie cuenta por temor a hacer el ridículo. En el cine no lo he visto todo; me falta ver ganar a los buenos.