Con este término anglosajón, desde los años setenta, Dan Olweus, profesor de Psicología de la Universidad de Bergen (Noruega), designó una determinada forma de agresión que de manera reiterada se ejerce aisladamente o por un grupo de niños sobre otro u otros. Y esto lo pueden ejercitar bien desde manifestaciones verbales, con palabras hirientes que llevan la carga de la burla y del insulto hasta la intimidación física por medio de empujones o golpes, así como someter a la marginación y escarnio al niño con bromas crueles que en el tiempo de escolarización se encuadran dentro de un escenario de acoso.

Por comunidades, en 2017, Andalucía fue la que registró más casos con 255, superando los 170 de Madrid, los 129 de Valencia y a Canarias con 100, situándonos entre las cuatro comunidades autónomas con más casos en un año.

El tramo de edad más conflictivo, según los registros, es de los 12 a los 14 años. En el espacio de tiempo comprendido entre 2012 y 2017 en el Estado se registraron un total de 5.500 casos de acoso escolar, siendo el último año, con 1.054, el que sumó una cifra más abultada de casos, mayor que los cinco años anteriores. Un 3 por ciento de los agresores justifica su actuación en que "a mí me lo hacen otros", lo cual señala la vigencia en las aulas del ojo por ojo y diente por diente. Y, lo peor, muchas de las veces, es que aparecen conductas de padres desaprensivos que trasmiten al niño "si te dan, tu das".

En contra del acoso escolar hay dispositivos y protocolos de actuación por parte de los gobiernos autónomos (Canarias cuenta desde 2006 con un programa de prevención y tratamiento del acoso escolar) pero, sin embargo, el abandono de la disciplina y el mimetismo imperante hace difícil corregir este desvió de la conducta social de algunos niños que aprenden a vivir a base de hostigar y agredir a otros o participar en su linchamiento psicológico.

Lo más significativo, y que se constituye en agente mórbido, es que aquellos niños que en su etapa escolar sufrieron de acoso escolar cuando lleguen a mayores algunos se encaminan, por propia autodefensa, hacia actitudes antisociales. Por ello es necesario sacar conclusiones prácticas de este fenómeno que no cesa y tener claro su realidad para darle la importancia debida.

Forma parte de los profesores detectar a tiempo estos comportamientos para poner en práctica los mecanismos de su prevención, por lo que se hace prioritario descubrirlos, no encubrirlos y tener presente una evidencia que está en la escuela, que no es bueno que circule por las aulas y patios y sirva para desactivar estas aberraciones y no ocurra que la "inacción y el disimulo sigan protegiendo a los verdugos, nunca a las víctimas".

El bullying como nos reitera el psiquiatra Rojas Marcos plantea un doble reto: "salvar la vida de los oprimidos y rescatar la humanidad de los opresores". Debe ser este el objetivo.