Bosnia-Herzegovina es un país nuevo (nunca existió anteriormente, sino como un reino medieval), creado tras la división de Yugoslavia en seis Estados: Eslovenia, Croacia (ya miembros de la Unión Europea), Montenegro, Serbia (ya con capítulos abiertos para su adhesión a la UE), y Macedonia y la propia Bosnia-Herzegovina (en adelante, BiH), que acaban de iniciar el proceso de adhesión a la UE.

Hace un mes visité BiH. Sarajevo, su capital, ha sido importante noticia en el pasado siglo XX, sobre todo por dos hechos fundamentales: el primero, en junio de 1914, el asesinato del príncipe heredero de Austria-Hungría, Francisco-Fernando, y su esposa, magnicidio que fue la chispa que encendió la primera Guerra Mundial; el segundo, el sitio a Sarajevo durante la guerra de Bosnia en la primera mitad de los noventa. Dicho cerco tiene un récord mundial: la ciudad estuvo sitiada durante tres años, once meses, tres semanas y tres días. Las consecuencias del mismo, de abril de 1992 a febrero de 1996, se aprecian en el Museo del Túnel de Sarajevo, donde el Ejército bosnio, con la ayuda de voluntarios civiles, construyó un túnel de casi un kilómetro para conectar la ciudad con el aeropuerto y poder así acceder a suministros básicos durante el largo asedio del Ejército serbio. Tras la Segunda Guerra Mundial ninguna ciudad ha ostentado este desgraciado récord. En el libro del periodista británico Misha Glenny "The fall of Yugoslavia", concretamente en el capítulo titulado "BiH, paradise of the damned", se dice que los musulmanes eslavos de Bosnia son la única nación en Europa, y probablemente en el mundo, donde sus ciudadanos son identificados por su religión más que por su lengua o etnia.

Pero Sarajevo ha sabido recomponerse. Y actualmente es una ciudad donde existe una verdadera convivencia entre culturas. Y para muestra un botón: nuestro guía era un joven bosnio de nombre Sacha. Nos contó que su mejor amigo era un croata. Y que la convivencia entre musulmanes, cristianos, y ortodoxos era real.

Los tremendos castigos que sufrió Sarajevo en la llamada segunda guerra de Bosnia, poco a poco van desapareciendo de la ciudad. En su lugar, existe una pléyade de nuevas construcciones, algunas reproducciones de antiguos hoteles, otros modernos complejos comerciales y hoteleros con una impactante y colorida visión. De los edificios que más quisimos conocer fue la biblioteca de Sarajevo. Teníamos en nuestras retinas la imagen del magnífico edificio destruido con el chelo tocando en una fantasmagórica fotografía. Ahora, perfectamente reconstruida, es una delicia recorrer este edificio, que alberga actualmente el salón de plenos del ayuntamiento de la ciudad, pero aún no la biblioteca que está en proceso de catalogación de sus libros -y reconstrucción de muchos de ellos-.

Sarajevo, es verdaderamente la nueva convivencia. Pasear por la muy animada calle de Bascarsija es contemplar una ciudad llena de vida, desde la magnífica torre donde su reloj que sigue dando la "hora a la turca", a la mezquita más importante de la ciudad o a la bella catedral ortodoxa, con multitud de tiendas y un bazar muy oriental.

En BiH, también visitamos la capital de Herzegovina, Mostar, donde España contribuyó a conciliar la paz con un destacamento de la ONU. Existe la plaza España como homenaje a nuestro país. Y, por supuesto, el punto central de todo viajero es el mítico puente de Mostar, construido en la Edad Media, y destruido durante la reciente guerra. El puente unía las dos comunidades, musulmana y croata, y como consecuencia de su destrucción, volvieron a estar desunidas. Hace unos años, con fondos de la UE se ha logrado la reconstrucción y rodeado de tiendas y restaurantes está siempre, de noche y de día, saturado de miles de turistas.

Sarajevo, la nueva convivencia. Bosnia y Herzegovina, la Europa que cada vez más nos une.

* Presidente de TuSantaCruz